sábado, 10 de agosto de 2013

Llegamos

LLEGAMOS. Aquí estamos. Somos Congreso Nacional Indígena y Zapatistas. Los qué, juntos, te saludamos.
Si el templete donde estamos está donde está, no es accidente, es porque de por sí, desde el principio, el gobierno está detrás de nosotros.
A veces con helicópteros artillados, a veces con paramilitares, a veces con aviones bombarderos, a veces con tanques de guerra, a veces con soldados, a veces con policías, a veces con ofertas de compra-venta de conciencias, a veces con ofrecimientos de rendición, a veces con mentiras, a veces con estridentes declaraciones, a veces con olvidos, a veces con silencios expectantes. A veces, como hoy, con silencios impotentes.
Por eso no nos ve nunca el gobierno, por eso no nos escucha. Si apurara un poco el paso tal vez nos alcanzaría. Podría vernos entonces y escucharnos.
Podría darse cuenta de la larga y firme horizontalidad de quien es perseguido y, sin embargo, no se angustia, porque sabe que es el paso que sigue el que requiere atención y empeño.

Hermano, hermana:

Indígena, obrero, campesino, maestro, estudiante, colono, ama de casa, chofer, pescador, taxista, estibador, oficinista, empleado, vendedor ambulante, banda, desempleado, trabajador de los medios de comunicación, profesional, religioso, homosexual, lesbiana, transexual, artista, intelectual, militante, activista, marino, soldado, deportista, legislador, burócrata, hombre, mujer, niño, joven, anciano.

Hermano, hermana del Congreso nacional indígena, arco iris ya de lo mejor de los pueblos indios de México:

¡Nosotros no deberíamos estar aquí!

(Después de escuchar esto, estoy seguro qué, por primera vez, el que despacha detrás de mí está aplaudiendo a rabiar, así que lo voy a repetir…)

¡Nosotros no deberíamos estar aquí!

Quienes deberían estar aquí son las comunidades indígenas zapatistas, sus siete años de lucha y resistencia, su oído y su mirada.
Los pueblos zapatistas, los hombres, niños, mujeres y ancianos, bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que son los pies que nos andan, la voz que nos habla, la mirada que nos hace visibles, el oído que oído nos hace.
Quienes deberían estar aquí son las insurgentas y los insurgentes, su persistente sombra, su callada fortaleza, su memoria levantada.
Las insurgentas e insurgentes, las mujeres y hombres que forman las tropas regulares del EZN y que son el guardián y corazón de nuestros pueblos.
Son ellas y ellos quienes merecen verlos y escucharlos y hablarles.

¡Nosotros no deberíamos estar aquí! ¡Y sin embargo estamos!

Y estamos junto a ellas y ellos, los ellos y ellas que pueblan los pueblos indios de todo México.
Los pueblos indios, nuestros más primeros, los más primeros pobladores, los primeros palabreadotes, los primeros oidores.
A los qué, siendo primeros, últimos parecen y perecen…

Hermano, hermana indígena:

Tenek: de muy lejos venimos.
Tlahuica: caminamos tiempo.
Tlapaneco: la tierra andamos.
Tojolabal: arco y flecha somos.
Totonaco: viento caminado.
Triqui: el corazón y la sangre somos.
Tzeltal: el guerrero y el guardián.
Tzotzil: el abrazo compañero.
Wixaritari: derrotados nos suponen.
Yaqui: mudos.
Zapoteco: callados.
Zoque: mucho tiempo tenemos en las manos.
Maya: aquí venimos a nombrarlos.
Kumiai: aquí venimos a decir “somos”.
Mayo: aquí venimos para ser mirados.
Mazahua: aquí para mirar ser mirados.
Mazateco: aquí es dicho nuestro nombre por nuestro paso.

Mixe: esto somos:

El que florece entre cerros.
El que canta.
El que cuida y crece la palabra antigua.
El que se habla.
El que es de maíz.
El que habita en la montaña.
El que anda la tierra.
El que comparte la idea.
El verdadero nosotros.
El hombre verdadero.
El ancestro.
El señor de la red.
El que respeta la historia.
El que es gente de costumbre humilde.
El que habla flores.
El que es lluvia.
El que tiene conocimiento para mandar.
El cazador de flechas.
El que es arena.
El que es río.
El que es desierto.
El que es mar.
El diferente.
El que es persona.
El rápido caminador.
El que es gente.
El que es montaña.
El que está pintado de color.
El que habla palabra legítima.
El que tiene tres corazones.
El que es padre y hermano mayor.
El que camina la noche.
El que trabaja.
El hombre que es hombre.
El que camina desde las nubes.
El que tiene palabra.
El que comparte la sangre y la idea.
El hijo del sol.
El que va de uno a otro lado.
El que camina la niebla.
El que es misterioso.
El que trabaja la palabra.
El que manda en la montaña.
El que es hermano, hermana.

Amuzgo: todo esto dice nuestro nombre.
Cora: y más dice.
Cuicateco: pero apenas se escuchaba.
Chimanteco: otro nombre tapaba nuestro nombre.
Chocholteco: aquí venimos a sernos con los que somos.
Chol: somos el espejo para vernos y sernos.
Chontal: nosotros, los que somos el color del color de la tierra.
Guarijio: aquí ya no más la vergüenza por la piel.
Huasteco: la lengua.
Huave: el vestido.
Kikapu: la danza.
Kukapá: el canto.
Mame: el tamaño.
Matlatzinca: la historia.
Mixteco: aquí ya no más la pena.
Nahuatl: aquí el orgullo de sernos el color que somos del color de la tierra.
Nahñu: aquí la dignidad que es vernos ser vistos siendo el color que somos del color de la tierra.
O’osham: aquí la vos que nos hace y alienta.
Pame: aquí ya no el silencio.
Popoluca: aquí el grito.
Purepecha: aquí el lugar que estuvo escondido.
Raramuri: aquí la morena luz, el tiempo y el sentido.

Hermano, hermana indígena:
Hermano, hermana no indígena:

Aquí estamos para decir aquí estamos.
Y cuando decimos: “aquí estamos”, también al otro nombramos.

¡Hermano, hermana que eres mexicano y que no lo eres!

Contigo decimos: “aquí estamos” y contigo estamos.

Hermano, hermana indígena y no indígena:

Un espejo somos.

Aquí estamos para vernos y mostrarnos, para que tú mires, para que tú mires, para que el otro se mire en la mirada de nosotros..

Aquí estamos y un espejo somos.

No la realidad, sino apenas su reflejo.
No la luz, sino apenas su destello.
No el camino, sino apenas unos pasos.
No la guía, sino apenas uno de tantos rumbos que el mañana conducen.

Hermano, hermana Ciudad de Mèxico:

Cuando decimos: “somos”, también decimos: “no somos” y “no seremos”.

Por eso es bueno que, quienes allá arriba son el dinero y quien lo vocea, tome nota de la palabra, atento la escuche y atento vea lo que ver no quiere.
No somos quienes aspiran a hacerse del poder y, desde él, imponer el paso y la palabra.
No seremos.

No somos quienes ponen precio a la dignidad propia o a la ajena, y convierten a la lucha en mercado donde la política es quehacer de marchantes que disputan no proyectos sino clientes.
No seremos.

No seremos quienes esperan el perdón y la limosna de quien simula ayuda cuando en realidad compra y que no perdona, sino humilla a quien, siendo, es desafío y reclamo y demanda y exigencia.
No seremos.

No somos quienes, ingenuos, esperamos que de arriba venga la justicia que sólo desde abajo se crece, la libertad que sólo con todos se logra, la democracia que es todos los pisos y todo el tiempo luchada.
No seremos.
No somos la moda pasajera que, hecha tonada, se archiva en el calendario de derrotas que este país luce con nostalgia.
No seremos.

No somos el taimado cálculo que finge la palabra y en ella esconde un nuevo fingimiento, no somos la paz simulada que anhela guerra eterna, no somos quien dice “tres” y luego “dos” o “cuatro” o “todo” o “nada”.
No seremos.

No somos el arrepentido de mañana, el que se convierte en imagen aún màs grotesca del poder, el que simula “sensatez” y “prudencia” donde no hubo sino compra-venta.
No seremos.

Somos y seremos uno más en la marcha.
La de la dignidad indígena.
La del color de la tierra.
La que develó y desveló los muchos Méxicos que bajo México se esconden y duelen.
No somos su portavoz.
Somos una voz entre todas esas voces.
Un eco que dignidad repite entre las voces todas.
A ellas nos sumamos, nos multiplicamos con ellas.
Seguiremos siendo eco, voz somos y seremos.
Somos reflexión y grito.
Siempre lo seremos.
Podemos ser con o sin rostro, armados o no con fuego, pero zapatistas somos, somos y siempre seremos.
Hace 90 años, los poderosos preguntaban al de abajo que Zapata se llamaba:
- ¿Con qué permiso señores?
Y los de abajo respondimos y respondemos.
- “Con el nuestro”
Y con el permiso nuestro, desde hace exactamente 90 años nos hicimos grito, y “rebeldes” nos llamamos.
Y hoy repetimos: rebeldes somos.
Rebeldes seremos.
Pero serlo queremos con los todos que somos.
Sin la guerra como casa y camino.
Porque así habla el color de la tierra: tiene la lucha muchos caminos y un solo destino tiene: ser color con todos los colores que visten la tierra.

Hermano, hermana:

Dicen allá arriba que este es el final de un temblor, que todo pasa menos su ser ellos encima de nosotros.
Dicen allá arriba que tú estás aquí para con morbo ver, para oír sin escuchar siquiera.
Dicen que somos pocos, que débiles nos estamos. Que no somos más que una foto, una anécdota, un espectáculo, un producto perecedero con la fecha de caducidad cercana.
Dicen allá arriba que nos dejarás solos. Que solos y vacíos volveremos a la tierra en la que somos.
Dicen allá arriba que el olvido es derrota y se sientan a esperar a que olvides y derrotes y te derrotes.
Allá arriba saben pero no quieren decirlo: no habrá ya olvido y no será la derrota la corona para el color de la tierra.
Pero no quieren decirlo porque decirlo es reconocerlo y reconocerlo es ver que todo ha cambiado y ya no para que nada cambie sino para que todo cambie cambiando.
Este movimiento, el del color de la tierra, es tuyo y porque es tuyo es nuestro.
Ahora, y es lo que ellos temen, no hay y ya el “ustedes” y el “nosotros” porque todos somos ya el color que somos de la tierra.
Es la hora de que el Fox y a quien sirve escuche y nos escuche.
Es la hora de que el Fox y quien lo manda nos vea.
Una sola cosa habla nuestra palabra.
Una sola cosa mira nuestra mirada.
El reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígenas.
Un lugar digno para el color de la tierra.
Es la hora de que este país deje de ser una vergüenza vestida sólo del color del dinero.
Es la hora de los pueblos indios, del color de la tierra, de todos los colores que abajo somos y que colores somos a pesar del color del dinero.
Rebeldes somos porque es rebelde la tierra si hay quien la vende y compra como si la tierra no fuera y como si no existiera el color que somos de la tierra.

Ciudad de México:

Aquí estamos. Aquí estamos como rebelde color de la tierra que grita:

¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!

México:

¡Justicia!

México:

Nos venimos a decirte qué hacer, ni a guiarte a ningún lado. Venimos a pedirte humildemente, respetuosamente, que nos ayudes. Que no permitas que vuelva a amanecer sin que esa bandera tenga un lugar digno para nosotros los que somos el color de la tierra.

(Desde el Zócalo de la Ciudad de México, lunes 12 de marzo de 2001,
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
 Ejército Zapatista de Liberación Nacional)

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