YO PONGO EL CORAZÓN
donde me duele
y donde me duele
estás vos.
¡Bolivia!
Me pareció escuchar
tu nombre.
¡Bolivia!, repitió.
Hasta que te
nombraran siete veces.
Una tras otra después:
Alina
Catalina
Victoria
Malena
Sofía
Lucila y Paula.
Y otra vez Paula tal
vez.
Pero antes, sin
saber, sin pensar
fuiste Bolivia.
Allí,
donde hasta el miedo
llega
y te detiene
-donde mataron al Ché-
Mitad mujer, mitad
linterna.
Sueño que flota una
luz tenue en la que ve.
Que no entra en una
panza,
en la que sobra,
en la que queda,
en la que flota.
En ninguna panza,
una caverna.
y en mi sed.
Se mueve.
Una luz interior
rodeada por un halo de sombra
la acompaña.
Cuando no hay luz,
ella ve.
Con los ojos
cubiertos de lágrimas,
entre Góngora y
Lezama Lima,
entre limón y
mandarina.
¡Ella ve!
No es carnaval, no
es feriado.
No es comparsa, ni
murga,
ni polacos,
ni mamparas que se
rompen al caer.
Ni máscaras.
Ni ventanas que se
abren con el sol.
Ni cenizas.
No es, pero ella ve.
Por suerte nadie
muere,
ni se excita de más en
el apuro.
¿Por qué deberían
hacerlo?
Acaso no
aprendieron.
En el ayuno.
Nadie ve, pero ella
ve.
No hay puna
humahuaqueña
ni apuno ni mareo
No hay quebrada que
la nuble con el sol
Ni canto boliviano,
ni ch’allá.
Ni estrellas en la
noche de navidad.
Ni navidad ni fin de
año,
ni cumpleaños.
Hay espera.
Es chicha. Es Checha.
Es comarca.
Es Ekeko que no
fuma.
¿Para qué?
Si no es mentira.
Es un baile que se
baila con los tres.
Donde ella ve.
Con máscaras que aún
están colgadas
en la casa
que se mueven en
disfraz
en diagonal.
Hacia ambos lados.
En la pared
donde ella mira.
Como las muñequitas
chinas que juntaba
(o eran rusas)
en lanas tejidas al
crochet.
Entre limón y
mandarina
las separo,
o los dibujos que
calcaba
de
una nena
que no es
que no es.
Lo que no es decir
que ya no fuera,
o que haya sido,
por más que esté
siendo
en este instante,
en que Bolivia se
duerma
en la
que es.
Sordo
era el silencio
cuando me lo contaste
Mudo
su nombre cuando la
nombraron
por séptima vez.
Que hasta creí no
haber respirado esos segundos.
Las últimas luces
que apagaron aquel
capítulo triste de su corazón
Butulcof.
Pero no te diste por
vencido ni vencida
ni árabe
ni turca
ni judía
y caminaste por
sierras interminables
sin aire ni
esperanza
desde ese día,
transpirando
mascando coca,
ardiendo como arena
en el desierto
seco de adjetivos
que ni Perlongher
pudo,
que ni Perlongher
pudo,
que hasta Pedro
murió.
Ni Austria-Hungría
con sus orientales
ni el lugar aquel donde
ella estuvo.
Ni éste
(ni esta copia)
arrastrando un mal
recuerdo pero vivo
a la huída de un
recuerdo malherido
de una pérdida
que cada tanto te
muerde en la garganta
y te lastima.
Te ahoga en el flujo
del reflujo.
Pero no hay piel naranja
que pareciera
cubrir su rostro
todavía.
Donde las mariposas revolotean
su sonrisa
en un país
donde solo los que
soportan el dolor
pueden vivir o se van
quebrados como
flores
por el
peso de sus hojas
las exhaustas madres
pasean a sus guaguas,
a salvo ella,
con el rencor que
deja el abandono,
“ese vil resplandor
que esparcen las estrellas
cuando se caen del
cielo y se deshacen”.
La pared de los
jardines salpicada
por las gotas de
paraíso tras la lluvia,
por los haces de una
luz
enceguecida a deshora.
Porque ya estamos
grandes
pero ves
su sombra entre los
párpados de dicha.
En esas noches
cansadas de fiestas
carnavales
donde ya nadie pasa
perfume de un amante
sin sol
jadeos
drapeos
aromatizantes
kayak
el desvío de una
nube en primavera
vista desde la
ventana de una flor.
Y ella escucha la
llovizna entre las chapas
y ya no confunde
sueño con deseo
y se hace traer su
propia voz,
su caricia,
su anhelo,
su cara,
su hija,
mi deseo,
y se acuestan
suavemente en la
cuna
las lágrimas de
virgen
que dejará libres, a
la intemperie
por si acaso.
De vacaciones
esperando.
Diciendo que está ahí,
que está al caer,
que está por venir,
que llegó tarde,
que la perdonen,
que repartan los
regalos,
(que esta vez hay
para todos)
que trajo un mar
en un frasquito de
vidrio
que desborda
mares.
Un mar
para una niña
boliviana.
No para que sus ojos
se conviertan
en azules
-que quizás los tenga-
sino para que le
devuelvan
sus ganas de mirar.
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