De ver colgadas las llaves
en la casa,
con las puertas abiertas.
De mirar caer
las hojas de los árboles
resecas.
No sé:
de soñar viajes al besarnos
y esperar.
De contarnos.
De llorar lo que ella ríe,
que sonríe lo sufrido,
como un canto de gitanos:
aturdido
herido
yugoslavo,
que intentaron llevarte cuando niña
y te soltaron,
y te llevaron los aros
que
perdiste por error,
que
busco desde aquel día como un loco:
tus orejas
tu cuello
tu cabello
todo
tu meollo.
No sé:
De soñar viajes al besarnos
y esperar.
De juntar las hojas en la espera
en la reja
que
espera tu regreso hacia mi boca,
como esas chicas
de Girondo rotas
que se
sueñan
que se
sienten,
que se
deshacen
al tocarlas con la arena,
como si quien mirara al instante fuera
visto,
y te trajeran de vuelta los gitanos
con su canto,
con sus carpas y sus toldos,
sus celestes y dorados,
con su blanco,
con sus pies descalzos
entornados en la puerta,
con su llanto.
No sé:
De soñar viajes al besarnos
y esperar.
Siempre hay alguien
que escribe lo que digo.
De no habérmelo contado
no tendría forma de saber
lo ya sabido,
los ojos encendidos azulados
que miraban con lágrimas de hule
mi corazón
aún cautivo.
Una lágrima tuya
y se me apaga el mundo,
como un canto de gitanos
desde adentro.
¡Hay cosas que a una mujer no se
preguntan!
Si no fuera por mi amor,
no regresabas.
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