Los textos conservan las fechas en que fueron escritos
-¿DESDE CUANDO ESTÁS haciendo éstas cosas
Paula…? Si la nena no está con vos. No está con vos.
-¿Cómo que no? La perdí entonces… la perdí. Como
un manojo de rubíes coagulados por el sol la perdí.
-(…)
-¡Vamos a buscarla…!
-¿A dónde…?
-¡Vamos…!
-Paraaá, ¿a dónde vas? No la perdiste, Paula.
-¡Perdoname, Emilia, por favor, perdoname!
-No tengo nada que perdonarte. ¿Qué?
-(…)
-¡Mirame Paula! La nena no está con vos, nunca
la trajiste a la plaza.
¿No te acordás?
-No, no me acuerdo. Es que estaba muy nerviosa
cuando fui a la casa de tu mamá a buscarla para traerla a la plaza, que el
rasguño del paisaje me corrió el maquillaje. Y vos me podés creer, que tengo
tanta mala suerte, que tu vieja se la llevó a comprar al super, que no me
acuerdo.
No sé porque me hizo esto tu mamá. ¡Qué
guacha! Si le pedí especialmente que me esperara, que yo iba a ir hoy a
buscarla a eso de las 3, que estaba demorada, que la necesitaba esta vez, porque
se la quería presentar a alguien muy importante para mí.
-La perdí entonces… la perdí.
-No, no la perdiste, Pau. Sofía está con mi
mamá lo más bien.
-¡La perdí!
-(…)
-Y veo pasar las nubes tratando de recordar su
perfil dorado en esos algodones blancos que deshilacha el viento. Porque empezó
a refrescar. ¿O soy yo que tengo chuchos de frío? No sé.
-¿Qué perdiste?
-La última oportunidad que tenía de
encontrarme de nuevo con Federico. Si le mandé un mensaje con una carta
recordándole nuestra historia para que viniera, y hasta me clavó un visto y
todo. Y él nunca me hace eso.
Por eso, qué sé yo, pensé, que a diferencia de
las otras, ésta vez iba a venir, si hasta lo imaginé llegando bajo la lluvia
lila de jacarandás, estirando la tarde húmeda, otoña del parque, y me mandé corriendo
a lo de tu vieja para buscar a Sofi, porque quería que me viera con la nena. Para
que se retorciera pensando que teníamos una hija. Que sacara cuentas, que repasara
las fechas, y que llegara a la conclusión que podía ser suya.
Si hace un rato ya largo que frente a mis ojos
lo veo continuamente venir, aunque sea por reflejo.
-¡Pero, Pau, ponele! En el caso de que fuera
así, que viniera a la plaza y se creyera esta historia. ¿Cuánto tiempo crees
que podrías sostener una mentira como esta? Minutos, días, horas, segundos
¿Cuánto? Además, yo que él me enojaría muchísimo si fuera así realmente y no me
lo dijiste.
-Puede ser, que sé yo, no sé, no importa, lo
que sea. Lo que sea quería. Un instante al menos que prolongara la gota
catarata de lo que quede pendiente de nuestro frágil amor. Si es que queda
algo. Y yo creo que sí. Porque él nunca se volvió a enamorar.
-(…)
-No sé, quería verlo, con mis ojos grandes oscuros
de sombra a punto de llorar.
-(…)
-Eso quería. No sé, aunque sea eso.
-(…)
-Pero a lo mejor no viene él, y lo que hace es
mandar a un emisario. A alguien… A uno de sus tantos amigos. Qué sé yo. Y si me
viera con Sofía iría corriendo a contárselo. Y ahí sí, la duda no lo dejaría
dormir por las noches. Como a mí, desde que él me dejó, y éste cuento duraría
un poco más. ¿Quién sabe?
¿O me llamaría? O a lo mejor lo haría después.
Si le deje escrito mi teléfono nuevo en la carta con el deseo irrefrenable de
gustarle intacto. Si hace un mes recién que me animé a mandarle mensajes por
privado desde que lo encontré en el facebook,
y si no hubiera querido saber nada de mí, ni que le escribiera, ni nada, no me
habría aceptado. Si sabía muy bien que iba a hacerlo.
Aunque para mí, éste face al que le escribo es trucho, y seguro tiene otro, donde se lo
ve tan contento con la novia y sin tantos amigos. ¿Si es que tiene novia? Qué
sé yo. Porque para mí que él tampoco se volvió a enamorar.
-(…)
-Porque por más que quiera nunca va a sentir
por otra lo que sintió conmigo. Lo decían sus ojos la última vez que estuvimos
juntos. Y en eso siempre fue transparente.
¡Ufff!! ¿Cómo contarte todo lo que pasó?
Bueno, más o menos todo surgió así. A decir verdad, no estábamos bien. Era la verdad. Pero yo lo
quería mucho así que estaba poniendo lo mejor de mí para remontar la situación.
Un mes antes de cortar me insistió para ir a
comer a mi casa, y me pidió que mi viejo le hiciera el asado de “bienvenida a
la familia” tal como le había prometido el día que los presenté y que lo saludó
desafiante con la mano extendida sin bajarse del auto. Lo hicimos. Siempre
hacíamos lo que él quería. Tal vez por la belleza de sus ojos verde mar, que
durmieron mi playa, desde que lo conocí en San Bernardo.
Otro día, me llevó a un bar por Martínez con
sus mejores amigos y sus novias, para
que las conociera, supongo, y no me soltó la mano en ningún momento. Era solo
ojos y sonrisa cuando lo veía. Y pelo…, casi siempre suelto para que el me
dijera lo linda que era. Nos reímos mucho…tanto, aquella noche, que mi sonrisa se
quedó estampada en los vidrios de los vasos y en las servilletas a cuadros de
las mesas redondas. Le contó a sus amigos que se quería ir un fin de semana largo
de viaje conmigo, a no sé bien qué lugar. Aunque el lugar no importaba (cosa
rara porque la propuesta se la había hecho yo, unas pocas semanas atrás, y él
se hizo el desentendido cuando se lo dije, pero ahora con los amigos enfrente contaba
otra historia). De paso, como yo recién arrancaba a manejar y quería practicar
había puesto mi auto a disposición para ir a aquel bar. Así que cuando todo
terminó lo llevé hasta su casa, me invitó a pasar y ya no me dio la mano como lo
hacía antes, en ningún momento… al rato me fui porque sentí que no me necesita más
ahí con él.
Pero todavía me quedaban ganas para soñar
otras noches como ésta, en que me regaló el cielo celeste iluminado de sus ojos,
y me dispuse a recuperar las flores ajadas como una foto que se vuelve eterna
lavada por la lluvia triste de su despedida.
-¡Pauu, la historia ya la conozco! Y además me
la contaste mil veces. Pero pasaron casi 4 años y hasta la lluvia de entonces
dejó de ser poética. ¿No te parece?
-¡Y si te la conté mil veces que te cuesta escucharla
una vez más! Si siempre le agrego algo. Si un poco cambio las cosas.
-(…)
Arrancaban las fechas de finales y los dos
teníamos mucho para estudiar. Demasiado para mi gusto. Nunca me gustó estudiar
tanto. ¡Pero con él todo era tan lindo! Así que aprovechábamos para hacerlo
juntos y de paso cañazo matábamos dos pájaros de un tiro. Nos veíamos y
estudiábamos. A veces lo hacíamos en su casa y otras veces en la mía.
Una tarde de esas, en las que el aire se
endulza para limpiar el cielo, entre horas de estudio a Fede se le escapó un “te
amo”, cosa rara porque él siempre me decía “te quiero”, pero conociéndolo y sabiendo
que no te iba a decir algo que realmente no sintiera, ese “te amo” me lleno de
amor.
Entrecerrando los ojos me parece verlo. Sentirlo.
Casi por oler el perfume durazno de aquella propuesta. Y a veces hasta me cuesta
un poco. Y en ese amor primavero dejamos volar los libros sudando el miedo
previo a la desnudez temprana, contando despacio los eternos segundos hasta que
suceda. Y entre horas y horas de quemarnos las pestañas por fin me lo dijo: que
no podía estudiar más teniéndome a su lado. ¿A qué distancia?, le pregunté. A
quince centímetros. Tan cerca, tan claro. Que le gustaba tanto que sólo pensaba
en lo linda que era y me pedía de nuevo que me soltara el cabello, que no se podía
concentrar. Y yo le hice caso, si me pasaba lo mismo.
Que mandemos al diablo tanto apunte gastado
por el cansancio reojo de no me esperes ni un poco que no aguanto más. Que tenía
ganas de abrazarme, de llenarme de besos, de comerme la boca, marchitando las
rosas que acabarían en el jardín sobre la ventana de sueños que alfombraba la
tarde, y que termináramos juntos en el vuelo relámpago de su habitación. Y otra
vez los libros, no me preguntes, por dónde quedaron, entre tanto beso derramado,
suspiro agitado que dio el corazón. Arrebatados, irrepetibles, únicos, soltados
al aire dulce inolvidable de otro tiempo. Difíciles de recuperar, pero aún
tibios fuego en la boca nostalgia de mi desconsuelo.
-¡¡¡Pauula!!! No llores.
-Eso ahora no importa.
-(…)
-Vos escuchame, Emilia.
-(…)
-Por favor…
Ese mismo día, su hermana me había invitado, nada
más y nada menos que a su casamiento, porque quería sin falta que estuviera en
su boda como parte de la familia. Y así pensaba entonces presentarme en la
fiesta, cuando al pasar ese momento el esplendor de mis perlas se volvieran
cultivadas en las alas barrocas de una nueva mujer, y me aclaró varias veces que
aunque Fede se fuera de viaje por trabajo como anticipadamente tenía previsto,
yo fuera igual (Federico trabajaba en una empresa multinacional y a menudo lo
mandaban a hacer presentaciones al exterior y esa vez por ningún motivo podía negarse).
-Al final no fui, nos peleamos antes.
-Ya sé, Pau. Ya sé.
Un martes, no me olvido más, rendí Química General e Inorgánica (estudiaba Bioquímica) y no me fueron para nada fáciles
los exámenes. Por lo que salí para la mierda de la clase. Así que no tenía
ganas de darle explicaciones a nadie y mucho menos a Federico que estaba a
punto de recibirse de Ingeniero Industrial y que ya trabajaba exitosamente en
lo suyo, que a su novia siete años más chica, que recién arrancaba la carrera,
le había ido mal. Pero como era lógico me llamo para preguntarme cómo me había
ido y no me quedó otra que decirle la verdad, que no me había ido todo lo bien que
hubiera querido. ¿Pero que importaba? Si yo ya estaba de vacaciones y Fede ya
casi. Le faltaba rendir el viernes y lo tenía de nuevo todo para mí. Y podíamos
entonces ir a pasear al Tigre como me había prometido.
-¡No llores más, Paula!
-No puedo evitarlo. Es que tengo la voz tomada,
como si de un momento a otro, algo quisiera borrarme de un plumazo el recuerdo.
Llegó
el viernes a la noche y Federico se presentó a rendir, y para variar le
fue re-que-te-bien… Para mí era el mejor, por lo que no dudé ni un segundo que
le iría excelente. Era lindo, rubio, alto, inteligente, seguro de sus actos,
sereno, tenía ojos claros y nariz respingada más bien grande como a mí me
gusta.
Al finalizar de rendir me llama y me cuenta
que estaba contento. Le dije que yo también mucho sobre todo por él. Y no
terminé de soñar que nos íbamos a ver para festejar su 9,50, que ahí mismo me
clavó el anzuelo. No empecé a cambiarme para ir a verlo, que me paró después,
diciéndome que se iba a tomar algo con unos amigos de la facu supongo. Ni me
dio tiempo a secarme el cabello ni a soltarme el pelo como hubiera querido, cuando
con voz de novia copada atiné solo a un “bien merecido tenés el festejo” ,
“aprovechá ahora que estás libre y podés”, que ya habrá otras noches para
vernos de nuevo.
-Dejándome abandonada, ahogándome en un mar de
llanto y aromas de cristal soplados por una copa vacía antes de brindar, frotada
por más de mil veces, que no tuvo festejo.
¿Hice mal Emilia, no?
-Qué sé yo.
- Hice mal…para vos.
-(…)
-Fue lo que me dijiste me parece ese día.
-Puede ser, Paula, puede ser.
Porque la realidad es que no estaba para nada contenta.
Su fruta dulce fue amarga y me dejó por semanas esperando sola terminar con los
finales para estar con él, sin más libros de por medio que demoraran los suspiros,
los abrazos, las caricias, los besos. ¡Pero bueno!, a veces hay que ser
comprensiva. Él prefirió más ir a festejar con sus amigos que encontrarse conmigo.
¿Qué podía hacer yo?
-¿Hice mal Emilia, no?
-(…)
-Hice mal…para vos.
-(…)
El sábado siguiente arreglamos para ir al
teatro con su familia, pero otra vez la salida por un imprevisto quedó trunca y
se canceló de nuevo, así que me propuso salir por acá, con una amiga mía y su
novio. Y eso que a él no le gustaba demasiado venirse de Olivos a Adrogué y
mucho menos por Camino negro, porque el puente estaba cortado. Pero al final resultó
qué ellos tampoco pudieron, así que viendo y considerando que al día siguiente
era el cumpleaños de mi abuela y que tenía muchas ganas de hacerle una torta, me
dispuse a cocinar -a mí me gusta mucho cocinar- total una vez más no habíamos
quedado en nada.
Al rato, vos podés creer, que me vuelve a llamar
y me propone ir a tomar algo con un amigo suyo. Le cuento que estaba cocinando
y se enojó mucho por eso, porque yo había organizado otra cosa. ¿Qué era lo que
había organizado? ¿Cocinar? ¡Me quedé tan mal por eso que me dijo! Como los días en que llueve mucho y la lluvia
de hojas tristes te golpea la cara. Tenía muchas ganas de verlo, lo quería ver,
lo extrañaba tanto, mucho, demasiado, un montón. Entonces lo llamo y le pido
que se venga para casa, que a eso de la una o dos de la mañana terminaba la
torta, que le estaba preparando a mi abuela, y que iba a estar lista, así nos
íbamos a tomar algo juntos los dos solos en un bar de Adrogué. Me contestó que había
cambiado de planes y que ya había arreglado hacer algo con un amigo, que no
podía decirle que no, que otro día nos veíamos…. “No sé, hablamos”, me dijo.
-¿A vos te parece?
-¡No llores más, Paula! ¡No llores más! Te va
a hacer mal.
-Es que lo pienso y no puedo evitarlo. Es que
de a poco me obligó a soñarlo como quien dibuja el rostro amado en el aire
nublado de un paisaje invisible.
-(…)
-Así.
Y entre idas y vueltas estuvimos dos o tres
semanas sin vernos. Hasta que justo un domingo, de esos en que los gallos cantan
a deshora, con indirectas directas nos peleamos mal. Nada concreto, pero por
más que me esforzaba parecía en vano. El clima se enrarecía, se anunciaba espeso,
por demás tensionado. El tema de que él no quisiera venir a los cumpleaños de
mi familia fue la gota de lluvia que rebalsó el vaso y ponía las cosas peor de
lo que ya estaban para ese momento.
Eso por mi parte. Y por la de él, que yo no
quisiera ir a buscar mis notas de Química
e Inorgánica a la facultad lo ponía
loco. Y como siempre: daba vuelta las cosas, él siempre me criticó que yo no
luchaba por nada y en este caso que no quisiera ir a buscar el resultado de los
exámenes a la facu confirmaba su hipótesis.
Como siempre daba vuelta las cosas, a su
favor, claro, y una discusión que empezó porque nos estábamos viendo poco,
terminó en mi miedo a no saber si había aprobado o no las materias, y no sé
cómo y cuándo terminó de pronto en que yo no luchaba por nada.
-¿Y no me vas a decir que no luché por él, Emilia?
Sólo vos y Dios saben cómo luché.
Al lunes siguiente le mando un mensaje de
texto con la intención certera de que hagamos las paces, más tarde otro, Fede los
veía y no me contestaba. Para mí que me mando a cagar de una manera muy sutil,
así que preferí decirle que lo quería mucho, que no quería pelear y que cuando
él estuviera mejor conversábamos.
-Ayyyyyyy, la bronca que tenía.
Por lo qué mi comprensión duró poco y nada,
así que cuando él me llamó, yo ya no tenía el mismo ánimo de que hagamos las
paces.
Para hacerla un toque corta, nunca arreglamos
de vernos, si no era porque él tenía sueño y quería dormir la siesta, era otra
la excusa. Lo mismo hice yo de rencorosa que soy. Me cansé –alguna vez me tenía
que cansar- solo por pasar tan seguido, cuando suena el teléfono y su voz por
entonces no sonaba tan dulce, no sé para que me llamó, excepto que haya sido para
cancelarme de nuevo y con esta iban tres de manera consecutiva y ese fuera el
motivo. Respiré hondo y le pregunto qué le estaba pasando… me dice que estaba
cansado. “Está bien, después hablamos”.
-¿Qué comprensiva que estaba otra vez, no?
-(…)
Bueno… pero tampoco me duró mucho la
comprensión. No más de cinco minutos, seis a lo sumo. Mi sonrisa se desdibujó
del papel coagulado del comienzo ya sin tanto calor. Agarré el celular y le escribí
por mensaje: “ Qué mierda te pasa? ¿Tenés ganas de verme? ¿O me vas a seguir boludeando?”. Su respuesta fue: “No me escribas Pauli,
llamame”.
Lo llamé, buscando en la noche una perla
lunera que el vuelo de tantas madrugadas ausentes la hicieron de pronto naufragar
con el sol, y ya con una voz súper calmada y triste le pregunté al oído, que le
pasaba otra vez… me dijo que nada, que no sabía bien en realidad. Le pregunte
si tenía ganas de estar de novio conmigo, si se había replanteado estar en una relación, si quería seguir… con voz firme le aclaré que
prefería que me cortara en vez de continuar así, que no podía más escuchar sus
ecos de un disparo nocturno. ¡Me dijo que No! Que no era eso, que me lo quería
explicar, que se cambiaba y venía para Adrogué para que pudiéramos hablar mejor
más tranquilos.
Parece que tanto sueño que tenía se le había
pasado y resultó que ahora entonces sí podía venir a verme.
Cuando llegó, subí al auto, y cuando voy a
darle un beso en la boca, dispuesta a suavizar rasmillones dolidos con el goteo
entornado de la pena, como me habría gustado, me corre la cara, matando de un
grito silencio mi beso en su boca. Me descolocó por completo. Después bajamos a
caminar a la Plaza Brown en la rotonda que une a Leonardo Rosales con Drumond (justo
donde estamos ahora), vueltas y más vueltas dimos, conocí calles que en mi memoria
de chica ni siquiera con mi abuelos había recorrido.
-Esta plaza aún me entristece la mirada y sin
embargo acá estoy, sin poder dejar de soñar el acuario turquesa de sus ojos
verdes, que es lo único que chispea seguro en el descolorido paisaje del
crepúsculo gris, esperando que venga, que me diga algo lindo, lo que sea, aunque
después me deje igual que aquel día.
El resumen de toda la charla fue que no sabía
del todo lo que le estaba pasando, que quería pedirme un tiempo o algo así. Le
contesté que yo no creía en los tiempos. Así que me animé y le dije de una todo
lo que pensaba, que entonces era mejor cortar en vez de estirar una situación
que los dos sabíamos no daba para más, por más que me duela.
Para mi sorpresa aceptó y en ese preciso
instante no supe más que decir, me tragué las palabras, se me cruzaron mil
cosas, pero una vez más me salió de nuevo hacerme la superada y ya no sabía bien
si debía rogarle para hacerlo cambiar de opinión o tenía que dejar que pasara el
tiempo y todo se calmara y ya más tranquilo se replantee acaso lo que me había
propuesto.
-¿Pero te lo propuso él o se lo propusiste
vos?
-Ël, yo, da lo mismo, Emilia.
Pero no. Además, hace unas horas atrás me había dicho por teléfono que no quería
cortar… Tantas cosas me pasaron por la cabeza en ese momento que si te tengo que
narrar exactamente como fue todo creo que muy bien no me acuerdo, por eso lo
cuento así, todo junto, un tanto mezclado, confundido, disperso. Lo que sí te
puedo decir es que desde ese día se me partió el alma en dos y que lo que me
estaba pasando dolía sangrando, como una trompada en mitad de la boca.
-Y me arropé en mis deseos, y me dejé envolver
otra vez como pájara herida suplicando ayuda.
Esa noche,
sólo quedamos en que nos debíamos otra charla para más adelante y a la
vez más calmados; pero que si era por él quería dejar ahí la relación. No
quería que me ilusionara con un cambio de parecer.
-Como bien sabés lloré, a moco tendido por
días
-Sí, Paula, si estuviste en mi casa, y
lloramos juntas, como ahora. Pero no quiero que llores más, como cuando te
conté lo de mi embarazo.
-Siií, si
hasta pudimos haber quedado embarazadas juntas, y las dos pensábamos ponerle
Sofía de nombre si teníamos nenas.
Dos o tres semanas después, mucho más calma le
mande un mensaje para hablar de pavadas. Me preguntó si me podía llamar por
teléfono porque tenía ganas de escuchar mi voz aunque sea un ratito y obviamente
acepté. Ahí aprovechó para recordarme que nos debíamos una charla –como si no
me acordara- y eso me sorprendió. Pensé que ni siquiera quería volver a
encontrarse conmigo. Quedamos en vernos al día siguiente, tipo cuatro de la
tarde, cinco; él me pasaba a buscar e iríamos a tomar el té a algún lugar por el
centro de Lomas. Me vestí y me puse exactamente todo lo que sabía que a él le
gustaba… calzas negras, camisa blanca, el sweater
a rayas que me había elegido entre los tantos pulóveres seleccionados que
tenía para llevar de viaje cuando nos fuimos a Nueva York y unos super mega
tacos.
Cuando me asomo por la ventana de mi cuarto y
lo veo radiante que llega en su auto, una de esas tardecitas nacaradas con el
aire primaveral que contradice la nube temblorosa de mi recuerdo vano, y de
pronto se me paró el corazón. Pensé que iba a estar más tranquila, pero de
hecho no pude. Entré a su coche y no sabía muy bien cómo saludarlo… una tonta
porque solo había una sola manera, con un beso en la mejilla, como saludas a un
amigo, a un pariente… ¿a tu ex novio quizás?
Le propuse de ir a tomar el té al Perttutti
y aceptó. Hasta llegar a la confitería extrañamente no me dirigió la
palabra, digo extrañamente porque supuestamente nos juntábamos para hablar,
mientras manejaba se la pasó mirando siempre hacia adelante y evitó girar la
cabeza siquiera unos grados para verse conmigo. Al llegar me bajé y también
extrañamente estábamos peor que al comienzo, no sabía si tenía que esperarlo
para caminar uno al lado del otro o si debía entrar directo a Pertutti y esperarlo adentro. Además así
evitaba lo incómodo que sería caminar juntos sin poder tomarnos por un instante
de la mano. Al llegar pedí un té con leche y dos medialunas de manteca, al pedo
porque con lo triste que estaba ya ni ganas de comer tenia. Ahora se presentó
la duda de quién era el que empezaba a hablar. Como era obvio fue él, como
todas las veces que tuvimos que decidir las cosas importantes de nuestra pareja.
Con los ojos llorosos me dijo que lo ponía mal verme, pero que a pesar de todo
él estaba firme en su decisión y que de hecho la mantenía. Y de nuevo se me
partió el alma en dos, tenía la ilusión que me había citado porque había
cambiado de parecer. Yo en cambio le dije que lo seguía queriendo, mucho, igual,
que tenía razón en muchas de las cosas que fue describiendo de nuestro noviazgo
y que no estaban buenas, pero que quería pelearla, que sentía desde lo más
profundo de mi corazón que valía la pena. Me dijo que él en cambio consideraba
que era muy difícil, que éramos muy distintos de “base”, me explico que se puso
a salir conmigo porque yo le hacía sentir muchas cosas, que me quería mucho, pero
que siempre supo que estaban esas cosas
de “base” que no nos hacían el uno para el otro. Le pregunte si me amaba
y me respondió con un terminante No. Con un pétalo de ternura en sus ojazos
emocionados que me hicieron de golpe escuchar un “no sé” como un “no”, sin él
“sé”, hasta que reaccioné y le pregunté sin miramientos…
¿Pero que es amar para vos Federico? Me contestó
que ya no sentía lo mismo, que no le agarraban más dolores de panza cuando me
veía, que no estaba pensando todo el tiempo en mí.
Me reí porque no podía creer que para él eso fuera
el amor. Capaz ahí estaban las cosas de “base” que nos separaban. Le contesté
que me pasaba lo mismo, que hubo meses que me plantee esas mismas cuestiones
que él me comentaba acaso hoy, pero que a diferencia suya, con idéntico
diagnóstico yo deduje otra cosa y era también que era obvio que ya no me pasaba
lo mismo porque nuestro amor había madurado a otra etapa y que no se trataba más
de enamoramiento, sino que se venía otra época en la que una empieza a ver las
cosas malas del otro, y te das cuenta a las piñas que la otra persona no es tan
perfecta como vos querés; pero qué, aún así, con defectos y todo, la seguís
eligiendo, y que yo a él lo seguía eligiendo “a pesar de dudas y del qué dirán,
el amor puede más”, como dice la canción.
-No lo pude hacer cambiar de parecer.
-(…)
Me dijo que no teníamos temas de conversación,
que nos juntábamos y no hablábamos de nada o casi nada. Me reí otra vez,
¿realmente no teníamos nada de qué hablar o no queríamos avanzar más allá?
Y fue ahí cuando tiré al ocaso mi última piedra
devuelta a mi ondera y lo arrinconé a preguntas. A ver Fede, sé que tuviste un perro
hace unos años, me mostraste las fotos, me dijiste que se llamaba Bredy. También me contaste que se te
desconectó la guitarra haciendo un solo en una obra del colegio cuando eras
chico y te cargaron de por vida tus amigos por eso... ¿Y qué pasó con tú mamá?
Porque sé que se murió ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿La tenés presente en tu vida? ¿Qué tipo
de relación tenias con ella? ¿Cómo te afecto? ¿Cuánto? Por otra parte, ¿por qué
tuviste que retomar terapia cuando quisiste ponerte de novio conmigo?, ¿cuál es
ese miedo tan grande que tenés que vivís de psicólogo en psicólogo desde que
tenés nueve años? ¿A qué se debe que las dos únicas relaciones amorosas que
tuviste en tus veintisiete años no duraron más que uno o dos meses? ¿Qué es lo
que esperás vos de la otra persona? O mejor dicho, ¿qué esperás de mí?
-Federico, ¿contestame?
Ahora te pregunto: ¿qué tan seguro estás de
que no tenemos nada de qué hablar?
Y ahí, a mitad, en el camino, al fin, recién me
conto un poco acerca de su madre. Me dijo que cursaba el CBC, que su mamá
siempre tuvo problemas en el corazón, que al quedar embarazada de él corrió
tanto riego su vida que le dieron la opción de abortar, pero como ella deseaba mucho
ser madre igual siguió adelante. Después del parto la tuvieron que operar y al pasar los años tuvieron que intervenirla
nuevamente. El tiempo pasó y el médico le recomendó operarse en ese momento que
según los especialistas estaba óptima para hacerlo. Fueron a almorzar en
familia como si fuera un día más. La saludó y se fue a la facu como todas las
tardes. Al salir de la operación todo estaba bien, pero al pasar las horas se
fue complicando rápidamente su estado. El papá de Fede jamás le comentó lo
grave que se había puesto la situación, y mientras Fede estaba esperando en su
casa a su mamá que en unos días volvía. Su madre nunca volvió. Y al final paso
lo que nadie esperaba ni quería que pasara y al cabo de unas horas la pobre falleció.
Él siempre me decía: ''mi mamá estaba
bien, si se habría operado unos años después hubiera estado más tiempo
conmigo''.
Recién ahí entendí más cosas sobre su forma de
ser. Pero ahora me tocaba a mí. Yo lo había hecho hablar de esto que tanto le
dolía y ésta no me la iba a dejar pasar gratuitamente. Me pregunto sobre mí, por
qué era tan reservada con mi vida, por qué nunca le planteé ningún tipo de
problema, la facultad por ejemplo, y para esa altura, por lo pronto él ya se
había dado cuenta que tenía algún trauma con mi cuerpo y mi peso.
Respire profundo y le conteste tan francamente
como pude: "Fede, si supieras como te veo yo a vos, entenderías mi forma
de ser. Sos hermoso, sos inteligente... me costó mucho aceptar que vos quisieras
salir conmigo, no sentía que estaba a tu
altura. Ponete por favor en mi lugar, no quería que conocieras ninguna bajeza
mía. Que no me iba bien en la facu. Que no sabía qué hacer con mi vida. Que
nunca quise tocar el tema del peso con vos porque era mostrarte mis defectos y de
ese modo, al menos sentía que vos no te dabas cuentas. Si supieras la cantidad
de veces que hice dieta y fracasé... siempre fracasé. Si te estoy siendo tan
sincera ahora es porque haciéndome la que no me pasaba nada nunca funcionó y
ahora que siento que perdí lo que más me importa prefiero jugármela por
completo. Si igual vamos a cortar. Aunque haya algo de luz dorada en el fracaso
que anochece temprano cuando llega el otoño. Por lo menos quiero quedarme
interiormente tranquila que te hable desde el corazón".
Ahí fue él entonces el que me confesó que
físicamente le encantaba, pero que si bajaba cinco kilos no había chico que no
se muriera por estar conmigo.
-Pero, pero… siempre pero, Emilia. Si yo lo
que más quería era estar con él.
Me reconoció que cuando subí al auto no me
quería ni mirar porque se quería cortar los huevos de tener que terminar la relación
conmigo.
-¿Y para qué la terminaba entonces, Emilia?
Y que se había dado cuenta que me había
vestido como a él le gustaba, que sabía que las mujeres usaban ese truco pero
no pensó que daba tan buen resultado. También me dijo que necesitaba estar con
alguien más madura. ¡Eso me ofendió! Por lo que me planté muy firme al escuchar
esa frase: "Entiendo que lamentablemente arrancamos la relación jugándola
de que yo cumplía el rol de nena chiquita, y lo sostuve porque pensé que a vos
te gustaba; y obvio, para mí fue lo más fácil. Pero no soy así, es más, siento
que estoy muy bien ubicada para la edad que tengo. ¿Que tengo cosas de
pendeja?, claro, pero que me las permito porque sé que es pasajero.
Me parece tan injusto que vos me vengas a
decir que soy inmadura, ¿cómo me gustaría saber cómo eras vos a mi edad? Si me
vas a vivir comparando con chicas cinco años mayores que yo siempre voy a
perder. ¿Es más, en vez de buscarte una mina madura por qué no buscas una mina
que madure con vos y sea algo mutuo? ¿Acaso no te parece que crecí este año? Te
propongo que te acuerdes de mí hace un año atrás y me mires hoy, a ver si soy
la misma. ¿Acaso no crecí?
Y lo voy a seguir haciendo porque tengo personalmente
ganas de crecer. En cambio vos seguís diciendo y haciendo las mismas cosas que
al principio conmigo. Y esta charla en la que hacés alarde de lo maduro que
sos: ¿con quién te pensás que la estas teniendo? Si fuera tan inmadura, por más
maduro que seas vos no la podrías sostener, porque se hace de a dos. Me duele
tanto todo lo que me decís, porque al final de cuentas siento que no me conoces,
que todo lo que describiste hoy de mí, no siento que lo soy, y lamento mucho
que vos decidas quedarte con esa imagen distorsionada mía.
-¿Por lo qué claramente vos a mí no me llegaste
a conocer en lo más mínimo?
Me miró y me dijo que era verdad, que sentía
que me estaba conociendo de nuevo y que no podía creer la forma en que le estaba
hablando y las cosas que le decía. Que claramente no era inmadura y que estaba
sorprendido, que lo hacía reeplantearse todo otra vez.
Para esto ya habían pasado un par de horas en Perttutti y como era invierno no otoño oscurecía
temprano y no tuvo mejor idea que invitarme a cenar a Maria Bonita, aunque ya no había mucho de qué hablar. Para cualquiera
que nos mirara desde afuera parecíamos novios. Después de una discusión, pero
novios al fin. Pidiendo pizza como si nada me preguntó: ¿no pensás que fue
positivo pelearnos para poder tener esta charla?
Por un lado, Sí, había sido positiva, pero mi
intensión era luchar por la pareja. Solo me limite a decir que sí (sin
mayúscula), y quedarme con la esperanza de que volviera a reveer el seguir
saliendo conmigo.
De la pizza solo comimos dos porciones,
pedimos para tomar unos tragos y a la hora incómoda nos despedimos. Fuimos al
auto, y la pregunta que se caía de la boca era si quería ir a mi casa o dar una
vuelta más. Yo tampoco tenía ganas de afrontar la despedida, así que opté por
patearla para más adelante y elegí dar una vuelta más. Agarró Espora derecho y
sin decir nada el derecho continúo sin rumbo fijo. Hasta que en un momento dejé
escapar una pequeña sonrisa, él por supuesto me vio, si la hice porque quería
que me viera, como si pudiera en esa mirada congelar el tiempo, con las mismas
ganas mirándonos tomados de la mano, igual de hermosa, dejando caer mi pelo
azabache por sobre mi hombro pintado de azul, para devolverle a sus ojos ese
chispazo alegre que extrañaba tanto en su mirada y así fue que sin dudar me
preguntó nervioso que estaba pensando. Medio tímida le dije: “nunca tuve tan
buen sexo con alguien como lo tuve con vos, la pasábamos muy bien juntos. ¿No
lo pensaste? ¡No te parece!
Me miró y me dijo que jamás ninguna chica lo
hizo sentir tan cómodo desde la primera vez. Que le comía la cabeza pensarlo, porque
no creo que cualquiera pueda ser conmigo tan dulce y comprensible y a la vez
disfrutarlo tanto y por supuesto me pesa en los hombros a la hora de tomar la
decisión de seguir o no con vos.
¿Pero no era que ya la habías tomado?
Llegamos a UNLA, después que la avenida Espora
se hace Brown y luego Alsina; y ahí nomás me dice, hablamos tanto hoy que no quiero
caretearla más. O te llevo a tu casa o terminamos en un telo. Lo que si te
quiero dejar en claro es que si vamos a un hotel eso no significa que mi
decisión cambie.
Me da bronca saber que hoy hice todo bien y
que si acepto la estoy cagando, pero me muero de ganas de estar con vos una vez
más. “Fede: soy la pendeja de esta relación y me guió por impulsos. Me muero
por ir al telo con vos”. ¡Me muero! ¡Me muero! ¡No te das cuenta!
En eso frenó el auto y nos dimos esos besos
apasionados de película maaal, pero no sabes lo bien que se sentía. Todavía
recuerdo su cara en aquel momento, estaba tan feliz como yo. Fuimos a Sur, siempre íbamos a ahí.
En un mirar de palomas exaltadas por aquella
presencia desnuda fugaz de Federico, no quería otra cosa que tirarle otro beso,
una hasta siempre, no me dejes, no ves que me estoy muriendo. Ya era lunes a
las 5am, y nos quedamos dormidos abrazados, por iniciativa mía, porque creo que
él ya no quería ni abrazarme ni hacer nada tierno después del último suspiro,
renegó un poco como siempre, pero terminó haciéndome mimos. A pedido, pero
bueno…
Nos levantamos y me llevó a mi casa con la
misma depresión de amor, la misma letra tonta de me dejó y por algo me pasa. Me
preguntó si quería que me devolviera las cosas que yo había dejado en su casa y
con cara triste de pétalo fino y lluvioso le dije que si íbamos a cortar sí,
pero que si no estaba seguro se las quedara un tiempo. Se le transformó la cara
al oírlo, y sabiendo que iba a ser así observé como en una milésima de segundos
se le cayeron los ojos al verme y con ellos la sonrisa plateada de su cara. Se
bajo del auto, abrió el baúl y me dio una bolsita con todas mis cosas.
-Las había llevado…Emilia. ¡La había traído!
-(…)
Nos miramos, nos dimos un abrazo súper fuerte
y nos deseamos lo mejor. De regreso a su casa me avisó que había llegado lo más
bien y nos mandamos unas caritas por celular con una sonrisa como despedida. Me
quedé con la esperanza que le diera curiosidad intentarlo de nuevo.
Lo mismo que ahora. Saber si después de esa
noche, tuvimos o no una hija, porque no nos cuidamos. Y no fue capaz de
llamarme siquiera para ver como estaba. Ningún tipo lo hace. Pero yo quería que
él lo hiciera, que me llamara al menos, que se preocupara en saber como estoy,
aunque su preocupación no fuera sentida.
Por eso lo busqué en el facebook. Por eso hace tres sábados que le mando mensajes citándolo
acá, en la Plaza Brown cerca de los juegos, donde veníamos a pasear de la mano
cuando éramos novios juntos como tantas veces. Y te pedí a la nena para traerla
a la plaza. Y justo tu mamá se la llevó al super. ¿A vos te parece?
-¡Ahí voy Sofi! ¡Ahí voy!
-(…)
Pero cuando me clavó el visto, cosa que nunca
antes me había hecho, me trastornó la cabeza por demás trastocada por mi amor hoy
ausente, y ahí mismo fue que le adjunte al mensaje una carta recordándole todas
estas cosas que te estoy contando, que conté tantas veces. ¡Perdoname, Emilia! Que
repito de memoria a cuanta persona quiera escuchar mi historia de amor. Pero a
diferencia de otras veces, esta vez la escribí y se la mandé con copia a vos y a
todos sus amigos, Emi. Porque sabía que Fede no iba a venir. En cambio vos sí. Y
alguno de sus amigos curiosos quien sabe. Y todo lo madura que soy, o me volví,
se me va a la mierda en escasos segundos, ni bien pienso que podemos volver a
estar juntos. Y al venir a la plaza se me cruza su rostro, un perfume cercano,
un olor conocido parecido al suyo. Quizás por el sabor de su aire que tienen
las cuadras que van de un bar al telo, del telo a la plaza, o de la plaza a mi
casa, como tantas veces, cuando, estando juntos, me acompañaban sus manos donde
hubiera querido quedarme para siempre.
-¡Ahí voy Sofi! ¡Ahí voy!
-(…)
¡Pero eso ya no importa! Si pasaron casi cuatro
años y todavía lloro cuando me acuerdo de Fede, y me sumerjo cada vez más abajo
de mi historia de amor, cada vez más abajo en el recuerdo egoísta borrón de su
olvido y me muerdo la lengua y hasta acá es que puedo escribir lo que cuento.
-¿Desde cuándo estás haciendo éstas cosas
Paula…?
-Ya te dije, lo de venir a la plaza hace 2 o 3
semanas.
-(…)
-Lo de pensar en Federico, siempre.
-(…)
-Lo de traer a la nena a la plaza, hoy se me
ocurrió. Por eso, sabiendo que Sofi estaba en lo de tu vieja la llamé para ir a
buscarla. Pero no tuve suerte. Últimamente no tengo suerte en nada.
-¿Desde cuándo estás haciendo éstas cosas
Paula…? Si la nena no está con vos. No
estás con vos.
-Aaaahhhh, vos te referís a esto que ando
gritando mirando al patio de juegos: -¡Ahí voy Sofi! ¡Ahí voy!
-Sí.
-Hace un rato nomás que lo estoy haciendo, un
poco antes de que vos vinieras. Pero en realidad lo hago por si viene Fede,
¿sabés?, ya qué, como no pude traer a la nena, por lo menos que sea para que él
lo escuche. Aunque fuera un segundo el tiempo en que le durara la duda de que
pudiéramos tener una hija, si siempre le dije que si teníamos una nena la
llamaría Sofía, una cárcel sin salida, como la que tengo yo, igual de injusta y
sin libertad para esta pájara herida que suspendió su vuelo una noche sureña
por un ala lastimada por el zarpazo del amor y dejó como un chispazo la lírica
errante de su alocado frenesí, la tristeza profunda que se amohosa en los
parques.
Si hace un rato ya largo que frente a mis ojos
lo veo venir, aunque sea un reflejo. Como si mágicamente se parara delante de
mí, nuevamente tierno, salpicando de luces su marea ausente en oleaje dorado
por la penumbra ya oscura de la tarde marchita, que sin retorno alguno lo
devuelve al mar.
-¿Tanto querés que venga hoy Fede?
-Y SI. Me muero de ganas. No ves que me estoy
volviendo loca al pensar. Si el amor que soy se lo debo a él. Yo no conozco
otro amor y me parece que a esta altura ni quiero.
-Ya está Paula. ¡No te puedo ver así!
¡Vamosnos!
-¡Paraaá, no! Esperemos un poco más. Por
favor, dale.
En el crespúsculo tornasol de la plaza, cuando
al llegar las seis de la tarde se apagan sus colores y enmudecen los rubíes
coagulados de los pájaros que ya no pintan de verde naranja las hojas caídas,
todas juntas, todas cómplices con el otoño triste fingen amontonarse en un
rincón perdido.
-¡Ahí está Emilia. Ahí está Federico!
-(…)
-Atrás tuyo.
-¿Dónde?
-Tapame, atrás tuyo, no te des vuelta, que no
quiero que me vea todavía.
-¡Estoy bien! Decime, los ojos se me nota.
-¿Qué estuviste llorando mucho?
-¡El pelo, el pelo! Mirame, me lo pongo para
adelante como a él le gusta. ¿Qué decís?
-(…)
-No mejor no. Tapame, tápame, que no me vea.
-¿Pero es él?
No sé, me parece que sí. Es que estoy tan
nerviosa que no estoy segura.
-(…)
-¡Vamosnos! Vamosnos… tambaleando por los
canteros del regreso recuerdo ahorcado por el ayer que produce el milagro.
¡Vamosnos, Emilia! A ver si en una de esas nos reconciliamos y me deja de
nuevo.
18 de
abril de 2015
(Historias contadas al oído silencio de un
pudo haber sido.
Repetidas al calor agobiante de su pudo ser).
No hay comentarios:
Publicar un comentario