Los textos conservan las fechas en que fueron escritos
ME LA PASÉ TODA LA NOCHE mirándolo, ilusa
pensando con ojos castaños lo lindo que era. Mientras tocaba despacio la cuerda
afinada de mi corazón guitarro su pelo revuelto con una canción.
¡Si la escucharan, chicas! One wild night (cegada por la luz de la
luna). On wild night
(veinticuatro horas de noche). One wild
night (y accedí sin tropiezos a su zona crepuscular como tonta deseada por
tanta promesa).
Pero el nunca me habló
de promesas. Ni a mí ni a las otras chicas que nos acompañaban en el circuito
turístico conociendo bares: de San Telmo a Palermo y de Palermo a San Telmo, y
así. Y dejó con vértigo desde ese momento mi corazón maltrecho mirándolo en
sueños con ojos castaños de noche salvaje.
Con ojos de amor lo
miré. Y él hizo de cuenta que no lo miraba. Como la canción de Bon Jovi que a
mí me cantaba. A mí, entre tanta borrega por demás regalada que estaba esa
noche en aquella visita. Porque íbamos con mis amigas a todas las salidas que
él organizaba. A todas. Era canadiense y no saben cómo nos calentaba cuando
hablaba en francés. En ese mon a mour
esquivo a tanta promesa. Sweety. En
su inglés americano que un poco entendía. O hacía que entendía. ¡Si daba lo
mismo! ¡Si igual me gustaba todo lo que
él me decía! Todo.
Pero él nunca me habló
de promesas. En español tampoco. ¡Como me calentaba cuando pronunciaba mi
nombre de forma incorrecta! Y en ese Pauu
más largo que los otros lo miré.
Y él hizo de cuenta que no lo miraba. Incluso habiendo chicas más lindas que yo
tirándole onda las desubicadas. En mis propios ojos, me miraba a mí. A mí. Todo
el tiempo. No me sacó ni un minuto los ojos de encima mientras explicaba, y su
mirada turquesa clavada en anzuelo en mi mar azulado recurrió mi cuerpo mil
veces desnuda con ganas de qué. De todo tal vez. Y entonces de nuevo creí la
promesa. Si mi “qué” era el mismo, y mi “todo” más…
Pero el nunca me habló
de promesas y sé que a esta altura la canción de Bon Jovi corre por mi cuenta
en un viejo cassette. ¡Si la
escucharan, chicas! One wild night. One wild night. Como la escucho yo
todavía. Quizás me entenderían esto que les cuento. De por qué me fui. ¿Saben?
Con ojos de amor lo
miré. Y él hizo de cuenta que no lo miraba. Que estaba trabajando... Que acá no….Que nos ven…. Que por favor… Que
esperara un poco… Que en el próximo bar me invitaba un tequila y después un
beso… Que nos acurrucaríamos luego en el azul damasco de un whisky on the rock derretido en su boca.
En sus labios de fresa. En el devenir profundo de su primer beso que iba a ser
el mío….
Entonces le creí. Jugada
como estaba cómo no iba a hacerlo. Y de nuevo sonriendo a toda sonrisa entre
tanto sueño… Con ojos de amor lo miré. Y él ya no hizo de cuenta que no lo
miraba. Y quiso de pronto salir del apuro. Cuando ya era tarde. Y sin querer
queriendo rozó mi cintura con su mano izquierda. Sus dedos canela encendieron
la mecha de su fuego lento en mi ardor café. Las brasas que queman. Y me sujetó
el hombro para que no lo besara. Con fuerza. Como si se hubiera arrepentido de
encender mi chispa de fogón marrón. Y ahí me hice la tonta o no entendí el
gesto y lo besé igual. ¡Lo besé…!
Con ojos de amor lo
besé. Y el estiro el brazo de su resistencia y nos prendimos fogosos en el
calor de luna que a viva la llama de una noche salvaje. En el recital Bon Jovi
de su One wild nigth. Y al entrar a
escena nos encontramos besándonos con esa canción.
¡Si la escucharan,
chicas! ¿Cuánto rock and roll había
en sus labios? ¿Cuánto rock and roll
en los míos más? Y me devolvió de un sorbo hasta la última gota del rouge borravino que robó de mi boca. Y
ahí sin pensarlo murmuré un “te-quiero”. Y el entendió “te espero” apurado en
la barra y pidió otro trago, otro trago más.
Sin oírlo mi lengua a
tontas y a locas derramó un “te-amo-o”. Cada vez más fuerte. Y él hizo de
cuenta que no lo escuchaba. Y me dijo: “allá vamos”. ¡Apurate Paula! Que se nos
va la mesera que prepara el pisco, “como tú no lo has antes, probado en tu vida”.
En un castellano medio enrevesado. Y esa fue la primera vez que me llamó Paula
¡Ah no sabés!, siguió.
Acá sirven el pisco sour mucho mejor
qué, como lo hacen en Chile. ¡Cachaí, po!
O en Perú, ¡papayita!
¿Fuiste alguna vez a
Chile? No, pero me iría contigo si me lo pidieras, murmuré… con el mismo tono
que le dije “te-quie-ro”.
¿Y a Perú…? Y antes
que pudiera responder la pregunta disparó un “no importa”. ¡Apurate Paula! Que
se nos va la mesera. ¡Apurate Paula! Y cuando pensaba repetirle con-tigo,
con-tigo. La moza de verde que le daba las veces de tomar se nos fue entre las
mesas. Y ahora fui yo la que dije “no importa”.
Y fue ahí mismo que me
puse: un poco... bastante celosa. ¿Por
qué la buscaba tanto a esa chica? Si estaba conmigo, aunque no fuera con-tigo,
tomando la noche abrazada a un tequila hasta que el día amanezca en su fondo
negro que encendió mi sol. Porque al tiro de gracia se nos subió a la cabeza el
gin tonic con vodka y naranja, cuando perdimos la chance de probar el pisco y
cambiamos de trago. ¿Pero a quién le importa la anécdota ahora? ¡No te enojes
por eso, mi amor! Olvidá a la mesera. ¡Relajá y bailemos! ¡Bailemos! Y
prendidos fuego salimos del brazo a la pista de abajo a bailar los dos nuestra wild- canción:
“One wild night (blinded by the moonlight. One wild night (24
hours of midnight). One wild night (I stepped into the twilight zone). And she
left my heart with vertigo). One wild night (hey, c'est la vie). One
wild night (welcome to the party). One wild night (life if for the living so. You gotta live it up, come on let's go). One wild, one wild, one wild, one... .zona crepuscular
y ella dejo mi corazón con vértigo). Una noche salvaje (hey, es la vida). Una noche salvaje (Bienvenidos a la fiesta). Una noche salvaje (la vida es para vivirla. Así que vívela, vamos). Una salvaje, salvaje, salvaje, una... “
y ella dejo mi corazón con vértigo). Una noche salvaje (hey, es la vida). Una noche salvaje (Bienvenidos a la fiesta). Una noche salvaje (la vida es para vivirla. Así que vívela, vamos). Una salvaje, salvaje, salvaje, una... “
(…) Y ya no tuve que
cambiar la letra para que no nos vean. Porque por suerte ya nadie nos había
seguido hasta allí. Y dejé de responder por un rato los mensajes de whatsapp que me mandaban las chicas
porque estaba ocupada entre tanto revuelo de pájara herida sanando mis alas con
una canción.
Y ya a nadie parecía
importarle nuestro amor rockero. Y por suerte de a poco él se sintió menos
tenso y yo más segura con mi vestido blanco apretado a-su-lado. Y ya sin tanto
moscardón avispa mirando los labios de mi canadiense, embrujado por mí. Se
volvió todo mío. ¡Mío! Rendido a los pies de mi noche salvaje.
Entonces de pronto se
acercó a mi boca. Como nunca antes lo había intentado. Y ahí estaba… por fin, a
solo unos centímetros… Lo sentí tan cerca que agité mis alas y volé. En cámara
lenta se acercó. Me tomó el mentón con su mano y me devolvió de un sorbo el rouge borravino que robó de mi boca otra
vez de nuevo, ahora sin testigos, en especial mujeres del bar anterior.
Y no digo que me
enamoré para siempre pero casi. Casi que le pido casamiento, que vivamos
juntos, que tengamos hijos, que tengamos nietos, que sigo escuchando en sus
labios de fresa mi One wild night.
Mareada revuelta en el
ahogo agridulce de tanto turquesa en mí pelo suelto y por el revuelo incierto de
pedirle norte a mi polo sur. ¡Tan lindo era, que se partía en la pista de baile
de mi pelo negro! ¡Tan potro era, que me confundí por su parecido a Bon Jovi y al
peltre del engaño hasta John lo llamé! ¡John, como “te am-o” tanto!, le dije, o
escuché en su oído. ¡John, vámonos al hotel de una vez, le pedí después! Pero
es que no tengo suficiente plata en este momento… porque no me pagaron y al bar
anterior a buscar a mi jefe para pedirle adelantado ahorita mismo no podemos
volver. Entonces no te preocupes, que yo tengo plata. ¡Quedate tranquilo! Y nos
quedamos trenzados en los sillones oscuros de los reservados por unos segundos
que de pronto son más. Media hora a lo sumo o cuarenta minutos. Igual de
insinuantes en su boca dulce que pasó por mi lengua de fresa a cereza contando
hasta tres.
A caricias y besos de
sueño despierto acabamos la noche en un mientras “te am-o” que él nunca
escuchó. Y les juro que un poco me quedé con las ganas. Y partimos de regreso
en un taxi relámpago color amarillo a su hotel de San Telmo. Hostels que le dicen. Y mientras nos
dirigíamos en dirección oblicua a la puerta de entrada, lo convencí que entre
tanto él distraía a la recepcionista, yo me escabullía sigilosa sin hacer nada
de ruido a una de las piezas. Que lo esperaba allí. Qué me dijera cual era y yo
entraba despacio y me desvestía, al calor burbuja de una taza caliente de mi amor
café. Y lo esperaba acostada, con las tetitas paradas de mi desnudez. Toda para
él. Totalmente desnuda.
Cuando descubrí que él
no tenía pieza ni cama prohibida. Por lo que no pude concretar mi propuesta. Y por
desgracia lo que les cuento fue así. Y él no hizo su parte para que
estuviéramos por más tiempo juntos que el que habíamos estado, y me dejó con el
peso del esfuerzo, toda transpirada, y las ganas a mí.
¿Vaya a saber una por
qué fue de ese modo en ese momento? Y sin obtener respuesta barajé supuestos.
Supongo qué, porque dormía
en cuartos compartidos con otros turistas al estilo gitano. ¿Serían mixtos los
cuartos?
O porque se curtió a
más de la mitad de las minitas del hostels
y se arrepintió de golpe que lo vieran conmigo.
O es que no daba para
tanto este amor. Que me lo tuve que imaginar para que fuera completo. Además entiéndanme,
chicas, él había acabado. ¡Si lo escucharan! Conmigo digo. Y para un segundo
más no daba este amor.
Y volvió a hacer de
cuenta que no lo miraba. Y su mirada turquesa se volvió después. Que acá
no….Que nos ven…. Que por favor… Que esperara un poco… Ya sin tanto calor, ni
tequila, ni beso. Y el One wild night
antes prometido se fue adormeciendo sin abrir la puerta de su habitación, porque
nunca la abrimos, porque no supe cuál es.
One wild night… y me fui despidiendo en el pasillo mosaico de
tus labios fríos de un subte apretado, que azuleja mi apuro que separa
a-tu-lado cuando me enteré que te ibas. One
wild night… y corrí sin sandalias por las escaleras cenicienta de la línea
E para enfriar mis pies en el mármol Toronto
de la Plaza Dorrego donde estaba tu hostels.
On wild night… y me encontré llorando
en el “Ya se fue”. “Acá no estuvo”. “Yo no lo conozco señorita”. “¿Cómo dijo
que se llamaba, Ken?” “Hello”. “Hey”. “Bon chia”. “Coman sa va”.
“Prosit”, me saludó un suizo con una
cerveza Perlenbacher en la mano derecha
invitándome un trago. Y casi que le digo que sí.
“Hola, hola, hola”, le
dije a todos. ¿Conocen a Ken? ¿Es rubio? Mire señorita, hay tanto rubio que se
hospeda unos días acá y se va, que ha decir verdad no me acuerdo. Espere que me
fijo en la planilla de entrada a ver si lo registró la recepcionista, pero no
estoy seguro porque a la mayoría ahora le cobramos en negro.
¿Ken dijo que se
llamaba, no? Sí, Ken. Hágame el favor. A ver… Ken… Ken… Ken te dijo a vos… ¿Cómo
sabés que es Ken su verdadero nombre? Puede que se llame Peter o Dimitri o John.
¡Nooo, capo…! John le decía yo por su parecido a Bon Jovi, pero se llama Ken. Él
me lo dijo. A mí y a todas las chicas que participábamos de sus visitas guiadas
a los bares temáticos de San Telmo a Palermo.
Así se llama, Ken,
¡creáme! y es canadiense.
Aaah… me parece que sé
quien es entonces. Por esto que me decís ahora de su parecido a Bon Jovi. Además
se quiere radicar en el país porque conoció a una chica. ¿A una chica…? Eso te
dijo. ¿A qué chica conoció? A mí.
Y ni bien dije eso,
una pendeja chilena con ojos más tristes que los míos saltó de una silla
dejando su tablet apoyada en la mesa
con el facebook abierto, como si le
molestara mi sola presencia. Y un poco celosa me puse al escuchar su tono,
parecido al de la moza que se perdió entre las mesas del bar para no
prepararnos aquel pisco sour como lo
hacían en Chile o en el Perú. ¡Un pisco suave que se volvió un infierno! Y
hasta me pareció que tenía, en el bolso de mano, el vestido verde que usaba esa
noche en el Bar Reñaca, porque así se
llamaba el bar donde nos besamos con Ken hasta la última gota de mi rouge borravino cuando me devolvió el
beso y venía a traérselo.
Y un poco celosa me
puse, al escuchar su tono más triste que el mío, y eso ya era mucho. Me pidió que
me fuera. Que corriera, que me apurara, que no iba a llegar a tiempo si no, que
a lo mejor yo todavía podía pedirle que se quedara, retenido en el embarque de Air France con destino a Vancouver con traslado en Toronto.
Y entre tanta promesa
quedé dando vueltas en el aeropuerto de tela araña de cuero que su terciopelo negro
mi cuerpo atrapó. Y corrí como loca a su encuentro sin darle las gracias a la
chica chilena. ¿Cómo te llamás?, le pregunté por cortesía. Juliana, me dijo. ¡Yo me llamo Pau!
Y a un love de distancia estuve de hacerlo. Si
no fuera por los ojos tristes de la chica chilena que me pasó adrede el dato
equivocado y que a ella también la había dejado.
¡Si la escucharan,
chicas!, su relato de cuento tan parecido al mío. Y clavé en la mochila mi
mirada moracha a cuanto gringo había esa tarde en aquel aeropuerto. Que me dio
vuelta la espalda. Que miré extraviada con los ojos castaños de mi amor café.
Pero el hizo de cuenta que no lo miraba y se fue.
A trabajar al circuito
de bares que va de Yrigoyen a bajo hasta Bar Isidro siempre por el río, a Chile
como tanto quería, o a Perú, y me hubiera ido con él si me lo hubiera pedido,
pero no lo hizo.
¿A su casa en Vancouver? Yo estaba pensando en la mía,
aunque para eso tenía que hablar con mis viejos. Pero si me lo proponés,
acepto. Claro que acepto en el viento tibio que sopla mi axila tu boca de
encanto que envuelve cerezas. Claro que acepto en el viento frío que sopla a Vancouver veinticuatro horas de viaje después, pero el solo decirlo heló la propuesta.
Que si se entera mi
mamá me mata. Que si lo sabe mi padre también. Que mi hermano no me lo creyó
cuando se lo contaba. ¿A dónde vas a ir? Si ni siquiera sabés hablar francés.
¡Ahora, pero estoy aprendiendo! Pero inglés hablo bastante bien. ¿O cómo te
pensás que me comunicaba con Ken? ¿Pero no fue una sola noche? ¡Sí… pero una
noche salvaje! En francés, en inglés, en turco si hubiera sido necesario
hablaba. ¿Pero no me dijiste que solo se besaron y que casi no hablaron? ¡Buenoo…
qué querés!, pero nos decíamos cosas al oído. ¿Pero no era que vos sola dijiste
te amo y que él hacía de cuenta que no te escuchaba? Puede ser… ¡Pero en una
relación que importa quién lo dice primero! Pero no es que te apartó de las
demás chicas para que no lo vieran cuando te besaba. ¡Nooo… entendiste mal! Eso
fue para tener más intimidad, porque estaba trabajando, el pobre. Si se escapó
del laburo y todo para estar conmigo. A lo mejor por eso lo echaron y tuvo que
irse y no pudo despedir sus labios en mi rouge
borravino como hubiera querido. ¿Quién? ¿Él o vos? ¡Qué pesado! Ya te dije: “en
una relación que importa quién lo dice primero? ¡Encima como una boluda no le
di mi teléfono! ¿Cómo va a ubicarme?
¿Pero este tipo no
tenía una novia chilena? Novia, novia… Para mí que no era la novia. Seguro era
un chape, pero nada más.
¿Pero no sería por
ella que él no quiso terminar la noche con vos en el hostels porque tenía miedo que volviera antes desde su trabajo? ¿Porque
compartían cuarto?
¡Eso yo no te lo dije!
¡Para mí que te lo inventaste vos! Está bien, estoy pensando en voz alta. Se me
ocurrió ahora. ¿Pero puede ser, no? No
te parece… No me dijiste que la viste tan desilusionada cuando te vio en el hostels. ¿Eso me lo dijiste vos? No lo
inventé yo.
A lo mejor. Pero no
puedo culparla por eso. ¡Es que es tan lindo…! ¡Tan lindo!
Pero ella no fue al
aeropuerto. Porque no lo amaba como lo amo yo. Porque seguro su noche no fue
tan salvaje, como fue la mía.
¿Te parece, Paula? No
se hospedaban en el mismo hostels. Si a lo mejor hasta dormía en la cama pegada
a la suya. ¡Eso no lo sé! ¿Pero vos sos mi hermano o el enemigo? Pero, pero…
¿Sabés como me tenés con el pero?
¡Tu hermano soy,
Paula! Pero lo que intento es abrirte
los ojos, para que no sufras por una promesa. ¿Porque que vas a ir a hacer, vos
Paulita, con un tipo que recién conocés al Canadá? No lo conozco recién. Hace
dos meses que vamos con las chicas a todas las salidas que el organizaba.
Además es igual a Bon Jovi y eso me hace pensar que lo conozco de antes. De mi
cuarto, de los posters que todavía
conservó en las paredes borradas por mi rouge
borravino, mirándolo por las noches con ojos castaños de amor en mi cama. ¿Pero
no es que no pudieron llegar a su cuarto?
¡En eso tenés razón!
¡Qué boluda que fuí! Tenía que haberlo de una, invitado al mío, y que viera sus
fotos besadas por años parecidas a él. Pero no lo hice.
Tampoco estaba segura
si un amor llegaría de Canadá / San Telmo en tren a Adrogué. Y me quedé con los
ojos castaños cegados de sal por las olas que rompen te-quieros, escuchando los
bises. Y me devolvió de un sorbo hasta la última gota del rouge borravino que robó de mi boca en el mar turbulento turquesa
que a mis ojos dejó. Y me quedé con los ojos cerrados revoloteando un “te-amo”.
One wild night… y me fui despidiendo en el pasillo mosaico de
tus labios fríos de un subte apretado, que azuleja mi apuro que separa
a-tu-lado cuando me enteré que te ibas.
One wild night… y corrí sin sandalias por las escaleras
cenicienta de la línea E para olvidar acaso que te había besado.
¿Por qué te vas? Si lo
único que hice fue devolverte hasta la última gota de tu rouge borravino como me pediste. Y hace media hora o cuarenta
minutos que estoy tocando la canción de Bon Jovi solo para vos.
¡Perdoname, sí! Ahora
que te miro te pareces un poco. Mientras tocabas despacio
la cuerda afinada de mi corazón guitarro tu pelo revuelto con una canción. ¿Pero tenés los ojos más verdes que su mar
turquesa? ¿Y tu pelo no está tan revuelto? ¿Y no sos canadiense?
¿Cómo te llamás?, me
preguntó nervioso. Juliana le dije, en lugar de Paula, como si ella hubiera
tenido más suerte que yo. Yo me llamo Marcos y voy a estar acá durante unos
meses, en el pasillo mosaico en la desembocadura de la línea E tocando Bon
Jovi.
¡Qué loco! ¡Es la
primera vez que te veo y ya nos besamos! ¡Te pareces un poco a Bon Jovi! ¿Pero todavía
no se bien en qué? En la voz, me dijo.
Será por eso que
escuché de nuevo mi cuento incompleto. ¡Si lo escucharan, chicas! Entenderían entonces
porque me fui. En el recuerdo pisco de su beso canción.
23 de
febrero de 2015
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