Borradores: Girasoles

miércoles, 26 de febrero de 2014

Girasoles

VOS que conocés mi casa

deberías saber algunas cosas.

Cuando volviste:

¿viste florecer otra vez

los girasoles

delante de mi ventana?

Y si fue así.

¿Por qué te fuiste?

¿Por qué no me esperaste?

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Solo

Yo no busco a las personas,
son las personas las que me buscan a mí.
Por alguna razón ellas se acercan:
las escucho, las trato amablemente
y no mucho más.
Por eso se sienten a gusto,
porque son ellas las que vienen.
Yo no las busco,
excepto a mi mujer
y ni siquiera lo hago todo el tiempo
y alguna que otra persona
aislada cada tanto, no siempre.
Las quiero, pero amenudo las olvido.
Si no vinieran solas
tal vez la cosa sería distinta.
Algunas se preguntaran:
¿y qué hay de tus ganas?,
de lo que vos querés,
¿y si justo vos querés y
ellas no quieren?
Es es un riesgo que decido correr.
Yo quiero estar solo.
Acompañado, pero solo.

Intereses

Me interesa la vida no el arte.
Me interesan los desvíos no la norma.
Me interesan las preguntas
no las respuestas.
Me interesa una mujer
a la que no voy a nombrar
para no ser tan obvio.
Algunas obseciones y no mucho más.
Es ahí donde me paro,
en ese cruce de trenes
entre los personal y lo público,
entre la autobiografía y el ensayo.
A veces poesía, algún día novela,
otras cuento, pero siempre relato.
Es ahí donde me paro,
en los márgenes
entre la arena y el mar
observando,
esperando que los límites
se corran
mientras escribo y algunos me leen.
Contando historias
que no debería contar
donde la literatura y la crónica
se confuden
en un cómo que por momentos
borra el qué.

Covacha

A mï las mujeres me rescatan
del ostrasismo habitual en el que vivo.
Por lo general ven en mí algún talento:
dormido, oculto, desparejo, cobarde
y yo les hago creer que descubrieron
algo que yo ya sabía hace años.
Lo que no saben es que ese talento
es temporal e incluso pasajero.
Durante un tiempo logro
mostrarme inteligente, observador, locuaz,
perseverante, seguro, pero dura poco,
cada vez menos.
Hasta que el gen vago le gana a los otros
y comienzo a ponerme excusas
y digo que me aburro.
Y otra vez me atormento
y vuelvo a la covacha
de la que nunca tendría que haber salido
a pensar la vida
en lugar de vivirla.

Otro

Cuando el dolor
se vuelve letra.
Aunque sea por un rato,
por pequeño que este sea.
Me alivia.
Me serena.
Al menos un poco.

Tengo miedo...,
incluso miedo de tener miedo,
incluso miedo de tener miedo
de tener miedo.

Un miedo intestinal
me persigue desde chico.
Me condena.
Y me delata.

No estoy solo.
Aunque ustedes no vean
a nadie al lado mío.
Hay alguien más.

Me sostiene.
Me habla.
Me pregunta.

Podría decir
que no le contesto
y me creerían.
Podría decir
que la mayoría de las veces
no le hago caso
y que no hago lo que él dice.
Y también me creerían.

Pero sería mentirles.

Chori, jugá en equipo

Soy de River. El viernes fui a la cancha. Al lado mío
tenía a dos chicas fanáticas del Chori Domínguez.
Gritaban por él como si fuera Justín Bieber. Cuando
entró al estadio fue el segundo más ovacionado
después de Cavenaghi, pero... No pasó la pelota
nunca, excepto que no le quedara otra. Siempre
cree estar mejor ubicado que sus compañeros para
sacar remates débiles y ¿saben por qué? Porque se
tira atrás y pierde panorama, recorrido y fuerza en la
pegada. En el segundo tiempo, Almeyda lo puso a
Trezeguet para que jugara de delantero junto a Cavenaghi
y al Chori de enganche. Se olvido de recordarle
a Domínguez que no juega solo, que no tiene que
ser el salvador de River, ni la estrella, que en junio
casi seguro se va y tanta técnica y habilidad va
a ser desaprovechada por egoísmo. Matías, animate
a decirle que la pase, que no simule tantas infracciones,
que no se haga amonestar tontamente. Caso
contrario nos va a pasar como contra Boca que se la
pasó hablando un mes antes y cuando tuvo que jugar
lo pudo hacer sólo 20 minutos porque se hizo echar.
Gracias, Chori, por venir. River te necesita solidario y
no sólo en lo económico.

(Publicado en el Diario Deportivo Olé, domingo 4 de marzo, 2012)