sábado, 24 de agosto de 2013

Contratiempos


LO DEJARON SOLO, y no es bueno dejar solo a alguien que siempre se sintió solo, aunque no lo estuviera. Por eso se rodeaba de amigos. Por eso los invitaba a salir y si era necesario pagaba él las salidas para asegurarse de ese modo su compañía. Para que la plata no fuera una excusa y no le dijeran que no.
Fue por eso que llamó a Miguel, aquel jueves de verano por la noche, para invitarlo a salir…Fue por eso:

-Micky, Micky. ¿Qué hacés, loco? Mañana es feriado… ¿sabés, no?
-Claro, Gonzalo, ya sé que mañana es feriado. ¿Cómo no voy a saber?
-Bueno, mejor entonces. Así te dejás de joder y no empezás a dar vueltas como hacés siempre y me decís que sí a lo que te voy a proponer.
Prepará el bolso que mañana vamos todos a la pileta de IMOS.
-¿A la pileta de IMOS?
- Sí, a la pileta de IMOS.
-¿Quiénes son todos?
-¡Ves como sos, que ya empezás a mariconear y a dar vueltas!
-... ¡Todos!... ¡Todos son todos! ¿Quiénes vamos a ser?
Quique, el Enano, Juan, me parece que Galatto, Guillermo, el Negro Carlos y capaz que se prende alguno más que todavía no llamé. Pero te quería llamar a vos primero, princesa.
-(…)
¡Somos una banda!, ¿sabés? …
Venite ahora para acà. ¡Venite, dale!
-(…)
-¡Dale, pelotudo! Venite… ¡Apurate! …
Pero no vengas a casa… ¿sabés? …Y trae la guitarra también, además traete la malla, las ojotas y la remerita blanca ajustada que tanto te gusta, así parecés bien putito. ¡Pedazo de maricón!
¡Daale, chabón, venite! ¡Apurate, che, que te espero!
-(…)
Boludo paraá… ¡Estás más hincha pelotas que mi vieja! Preparo todo y voy, pero aguantá un cacho, ¿sabés? No llego enseguida.
(….)
¿Pero a dónde querés que vaya?
-Ah… no te dije todavía, Micky, perdona…
-(…)
-… Pero dale, forro, venite… ¡Metele!
-(…)
-Venite ahora, así salimos temprano.
Pero no vengas a casa. Venite para la casa de los viejos de Marina que se fueron de vacaciones y se la estoy cuidando. Tenemos videocassetera, microondas  y todo, ¿sabés? Todo.
-(…)
-Alquilé Rambo para mí y una porno de Tinto Brass para vos, ¡así nos cagamos un poco de risa!
Vos nunca viniste a este departamento, así que te paso la dirección, anotá: Paraguay 2699 esquina Jean Jaures. ¿Te ubicás, no?
-Noo, boludo, ¡que mierda me voy a ubicar!
-Es fácil, Micky, es enfrente de la Plaza Monseñor de Andrea. No te podés equivocar. Vas a ver que hay un Coto nuevo enfrente. ¡Te vas a ubicar!
-Está bien, Gonzalo, le pregunto a mi hermano, que el seguro sabe, como hago para llegar y voy.
-Esperá, Micky, antes que me olvide… ¡Te quería decir que no comás, pelotudo! , que hacemos unos patys a la plancha con queso y te compro una Pepsi como a vos te gusta, ¿o preferís una cerveza esta vez?
-… Lo que vos quieras, Gonzalo, pero aguantá…. Preparo todo y voy, pero voy a tardar por lo menos una hora en llegar hasta allá. A ver, esperá, no cortés, que le pregunto a mi hermano…
¿Danieell, con qué bondi voy hasta Paraguay y Jean Jaures?
- Con el 56 y caminá vago. Va a ser lo mejor.
-¿Gonzalo, ¿eso qué es Once o Barrio Norte?
-Barrio Norte, ¡grasa! ¡Mirá si va a ser Once!
-(…)
¡Acordate que yo vivo en Celina, boludo!
-Ya sé, boludo, que vivís en Celina, te conozco hace más de diez años y siempre viviste ahí. ¡Ah noó, perdona!, el señorito de chiquito vivía en Mataderos. ¡Que fashion! Ja, ja. ¡Apurate y no llorès!, que te espero…
Y no te olvidés la remerita blanca, eeh… ¡pedazo de puto!, que si te la llegás a olvidar después te tenemos que aguantar rezongando todo el día  y por lo menos yo, no tengo muchas ganas de oírte chillar…

(No le dijo que llevara un jeans porque estaba seguro que lo iba a llevar. A Miguel le gustaba andar siempre de jean azul gastado y remera blanca, así que descontaba que iba a ir vestido así. Tampoco le aclaro que llevara el gel para el pelo, porque también estaba seguro que lo iba a llevar, si no como hacía para parecerse en el peinado a los rockers ingleses que tanto admiraba, ni el Uvasal en el bolsillo del pantalón o en la billetera por si le caía mal la comida -sufría con frecuencia desajustes estomacales-.
Gonzalo tenía cierta habilidad para convencer a la gente, tenía 18 años recién cumplidos y ya se había convertido en  flamante vendedor estrella de la empresa Barugel & Azulay, lo metió a trabajar el viejo de Marina, el dueño del departamento que estaba cuidando. Marina era la novia, era hija de una familia progre, exiliada en Francia durante la dictadura que volvió a la Argentina con la democracia y nieta de una familia judío-alemana por parte de padre y polaca por parte de madre El padre era jefe de ventas de la empresa de fotocopiadoras Ricoh y por eso tenía buenos contactos y amigos en el mundo de las ventas y a uno de esos amigos le recomendó contratar a su actual yerno, Gonzalo, ni bien éste terminó el secundario. ¡No saben la emotiva carta que le envío a su amigo, Ernesto Benegas, gerente de ventas del local de la Av. Del Libertador de la empresa Barugel & Azulay para que lo sumara a su equipo de ventas. La carta hablaba de lo importante que era para un chico que buscaba trabajo y se quería llevar el mundo por delante su primer empleo, y así lo convenció! ¡Un capo!
Gonzalo hace poco más de un año que está de novio con la hija, pero como el padre lo abandonó entrada su adolescencia, Félix –porque así se llamaba el padre de Marina, el nombre completo era Félix Kaufmann- un poco lo adoptó como el hijo varón que nunca tuvo y Gonzalo por ese entonces se hubiera dejado adoptar por cualquiera que le dejara a su cuidado un departamento para hacer lo que él quisiera, durante el término de dos semanas y le prestara tan solo una videocassetera y un horno microondas.  Pero lo que quería esta vez no era solamente eso, sino rajarse a la costa atlántica, más precisamente a Villa Gesell para encontrarse con amigos, pero no quería hacerlo solo,  y por eso lo llamó a Miguel aquel jueves de verano por la noche. Y a la mañana siguiente lo llevó engañado)

-¡Abrime, Gonzalo, que soy Miguel! ¡Abrime!
-Ya sé, Miguel que sos Miguel, ¿quién carajo vas a ser? La Madre Teresa de Calcuta… Si te estaba esperando a vos, forro.
¿Qué mierda estuviste haciendo hasta esta hora que tardaste tanto? ¿Que te pasó, chabón? ¿Te querías poner linda para mí? ¡Mirá que hoy no te voy a coger…putita! A que te pusiste la bombachita rosa que tanto me gusta. A que te la pusiste.
-(…)
-¡Qué cara de culo! Es un chiste, pasá-
-(…)
Nooo boludo, no jodás con eso. Vos sabés que salir de mi barrio no es fácil. ¿Sabés lo difícil que es caminar hasta la Ricchieri y más con las zapatillas Nike que vos me regalaste. ¡Te rompen las pelotas, todos!  Caminás media cuadra y te dicen: “¡Qué lindas zapatillas que tenés, Miguel!, ¿me las dás? Dale, forro, no seas canuto, si vos te podés comprar otras. O si no le pedís que te regale otro par a alguno de tus amigos conchetos. ¿Por qué vos estoy seguro que tenés amigos conchetos en la capital? .Si no no irías tanto. Y cosas así.
A mí no me afanan porque me conocen, pero igual cada vez que pueden me rompen las pelotas y me bardean cada tanto mientras camino por el barrio y caminar una cuadra en Celina por lo general se convierte en dos y a veces en tres o quién sabe en cuantas más.
-¡Lo que pasa es que vos no sabés! ¡Vos no tenés idea, Gonzalo!-
-(…)
Estaá bieen… Dejate de llorar, maricón. ¡Tanto lío por esas zapatillas! ¡Si son una cagada esas zapatillas., boludo! Se las compré usadas a un pelotudo de Hindú, que el garca del padre se las trajo de afuera y que cada vez que íbamos a la casa con Maxi, Pancuca y con el gordo Fede nos decía: “no se afanen, naada”, “no se afanen, naada” y a menudo se jactaba de tirarle piedras a los gatos del botánico por la noche cuando los pobres estaban durmiendo y el muy forro lo hacía desde su inmenso balcón con vista a la Avenida Santa Fe y si por casualidad llegaba a saber que alguno de nosotros tenía una hermana que estaba buena te preguntaba: “es puta, tu hermana, no”, “es puta…tu hermana”  Y seguía: “¿Está buena?...” “¡Qué va a estar buena…!” “Seguro, que es fea como vos, pero si es puta me la cojo igual”, “es puta, tu hermana, no”
- Nooo.
A ese pelotudo se las compré, ¿sabés?  ¡Son brasileras…, no se usan más allá!, las trae de Río de Janeiro. Acá los pibes las usan porque todavía no entran muchos productos importados. Debe ser por eso. ¡Ahora se usan las New Balance, Micky! ¡Las New Balance!
-(…)
¡Para mí están buenísimas, igual!
-Ya sé que para vos están buenísimas por eso te las dí. Dejá de hacer puchero, maricón, como si fueras un pobrecito, que me vas a hacer llorar a mí también y no quiero.
¡Ahora se usan las New Balance, Micky!  Yo ya tengo unas. ¿Las querés ver? Subí que te las muestro. Se las compré a Santi, un pibe que iba conmigo al Saint Leonard, ¿sabés?
- ¡Qué voy a saber, si no conozco a ninguno de los pelotudos que iban con vos al Saint Leonard!
.-Ah no, nunca te los presenté…
Se las trae el viejo de Estados Unidos y el turro se las vende a los amigos en el colegio. Así se hace unos mangos, ¿sabés?
¡Estas sí que están buenísimas!
-¡Dejá de decir boludeces, Gonzalo y abrime la puerta de una vez, pelotudo, que tengo hambre!
-¿Qué no abrió el timbre? Que cagada, otra vez no anda.
-Ahí va, Micky, perdona. Seguro que es el pelotudo del cuarto que cierra la puerta con llave y dice que es por seguridad.
Ya bajo con la llave a abrirte.
-(…)
-¡Que haceés, queriido!
-¡Que hacés, cabezón!
¿Por qué tenías tanto apuro en que viniera?
-Porque te quería ver, así vamos mañana tempranito a la pileta. Así que a comer… y derechito a la camita. Nada de hablar hasta tarde como te gusta a vos de las minitas que decís te levantás en la ferretería y todo eso. Y que encima es mentira.
-¡Que va a ser mentira, boludo!
-…ni de poner la radio hasta tarde para escuchar la música pedorra que escuchás vos, porque ahora a la noche escuchamos a Dolina.
-¿Quién es Dolina?
-Después te cuento. Micky…
-(…)
Un conductor de radio que le gusta mucho a Marina y a sus amigas del Lenguitas y de tanto y tanto escucharlo ahora me gusta un poco a mí también. Se hace el progre pero me parece a mí que es más peronista que zurdo, hasta lo fuimos a ver con Marina en vivo a los estudios de la Radio Continental.
-Pero no me dijiste. Micky. ¿Te gusta el departamento, che?
-¡Está buenísimo, boludo! ¡Es enorme! Pensá que nosotros vivimos cinco con el perro en un dos ambientes chicos del Barrio Obrero en Celina.
-(…)
-¡Está buenísimo! Encima tiene una biblioteca gigante y tiene me parece…, a ver…todos los tomos de “El Capital” de Karl Marx. Yo lo único que leí de Marx fue el apunte sobre la teoría del valor, ese que habla de la plusvalía, el que me prestó Juan. A él se lo dieron para estudiar en el CBC para la Carrera de Comunicación.
-¿Vos leíste algo de Marx, Gonzalo?
-Noó, que carajo voy a leer, me importa un pito Marx. A mí no me interesa ni la sociología, ni la comunicación, ni la política como a ustedes, yo me quiero anotar en economía, pero para ser Administrador de Empresas. ¡Empresario, papá! Pero por ahora lo único que me interesa es ascender en la empresa que estoy y vender muchas juegos de baños y cocinas para ganar mucha plata y poder irme todas las veces que quiera de joda.
Bueno… pero para eso primero tengo que terminar las dos materias del secundario que me faltan.
-¿Qué? ¿Y Marina?
-Con Marina también quiero irme de joda, con Marina también… No hablaba de salir con otras minas, boludo, ¿qué pensaste?

(El departamento era precioso y era obvio que el suegro de Gonzalo, Félix Kaufmann, no lo compró vendiendo fotocopiadoras, ni traduciendo textos inéditos de Marx y Engels y de Rosa Luxemburgo del alemán al francés ni textos de Althusser del francés al castellano durante el exilio en Francia. La guita un poco la heredó de la madre de su mujer y otro poco de algún vuelto que se quedó de la política, antes que lo amenazarán de muerte y se tuviera que ir a vivir con la familia a las afuera de París. De hecho, la hermana más chica de Marina, Marguerite, es francesa. Dicen que Félix es, o mejor dicho, fue testaferro de un alto dirigente del Partido Comunista francés y que tenía fuertes vinculaciones en la Argentina con Rubens Iscaro y que ahora es testaferro de gente del PC en la Argentina.
 Gonzalo de progre no tenía nada. Más bien, era o fue, bastante careta, lo mandaron a estudiar de chico a  un colegio inglés bilingüe y a jugar al rugby al Hindú Club que quedaba y queda en Torcuato, pero cuando su abuelo “Bocha” se murió un poco que su castillo de naipes se le vino abajo y de a poco se le fue acabando todo y tuvo que reconstruir su vida y la de su familia como pudo. Su madre “Chiche” hace años que estaba o está enferma de una enfermedad que ataca a los nervios adentro de la cabeza y quedó al cuidado de su abuela “Memé” al igual que él hasta cumplir los 18.
Un tío por parte de la madre que estaba en mejor posición económica que ellos y que vivía en un piso alto con vista al río sobre la Av. del Libertador en Vicente López frente  a donde ahora hay un Carrefour los ayudó económicamente hasta que se cansó de hacerlo tiempo después de la muerte de su abuelo y un poco que se acabó todo para él. Se acabó el Saint Leonard, se acabó el Hindú y su tercer tiempo, se acabaron las chicas rubias de jockey y los viajes al exterior y la parafina en el pelo y vinieron las zapatillas importadas usadas, las remeras Sun Surf presadas, la secundaria nocturna en un colegio público de Once donde cursa las últimas dos materias que le faltan para poder terminarla –aunque el currículum que le armó el papá de Marina diga que es perito mercantil recibido- , los amigos pobres, el irse a vivir solo a un cuchitril sobre la calle Oro casi esquina Güemes cerca de Pacífico, que alquiló con la garantía del suegro. Tener que trabajar para pagar el alquiler y prácticamente dejar de ver a su mamá y a su abuela por recomendación de su suegra que era psicoanalista lacaniana y que jamás ejerció y que no tuvo mejor idea que decirle que tenía que romper con su familia porque si no nunca iba a poder progresar en la vida, en vez de recomendarle hacer terapia, a lo mejor porque sabía que no la iba a hacer y un poco que le hizo caso. Como le hizo caso Miguel a él, cuando le dijo: “Ya vimos la peli…, hemos comido, hemos bebido y ahora…)

-A dormir, Micky, que mañana nos tenemos que levantar temprano.
Pero antes escuchá el cassette que tengo: “Eyes without a face…” Escuchà, Micky, escuchá: “Eyes without a face…” ¿Qué es …? ¡Billy Idol, papá! Este tema seguro lo vas a poder sacar con la guitarra. ¡Vas a ver!
¡Que duermas bien, Micky! ¡Hasta mañana! ¡Qué descanses! No te puse la de Tinto Brass porque tenía miedo que te pusiera calentito y después te costara dormir y te anduvieras tocando.

A la mañana siguiente a la luz de un nuevo día, Gonzalo, no logra despertarlo:
-¡Despertate. Micky, despertate!
-Noo, pará, dejame dormir… un poco más.
Dale…, no seas canuto, cinco minutitos màs.
-Noo, boludo, que cinco minutitos más, despertate que es tarde. Ya te preparé el bolso y la leche calentita para el café.
Dale, levantate, boludo, que se enfría.
-(…)
-Seguro que te quedaste a la noche despierto fumando en el balcón y por eso ahora tenés tanto sueño.
¡Dale, Micky, despertate, toma la leche que nos vamos!

Gonzalo agarró con una mano los dos bolsos, pero antes que se fueran, manoteó con la mano que le quedaba libre un sobre con plata que estaba guardado en la vitrina del comedor y enseguida otro y los metió con carpa, lo más rápido que pudo en la mochila que tenía colgada en la espalda para que Micky no lo viera. Igual Miguel estaba tan dormido que aunque quisiera no podía ver nada.
Bajaron juntos por la escalera corriendo y sin dudar Gonzalo paró un taxi:
-¡Taxii, taxii!, ¡Acá, por favor!-, gritó.
El auto estacionó…
-¿Para qué vamos en taxi, Gonzalo?, preguntó sorprendido Miguel.
-¿Para qué va a ser, boludo? Para no llegar tarde. Si te la pasaste media hora lavándote la cara en el baño y peinándote el jopo frente al espejo como una quinceañera, además de calentar el café con leche cuatro veces en el microondas.
Por eso.
-(…)
-Maestro, cómo le va, llévenos a Aeroparque, por favor, y hágalo lo más rápido que pueda.
-(….)
-¿Para qué vamos a Aeroparque?, preguntó Miguel.
-Para ir a buscar a Juan.
-¿Pero Juan no está en Villa Gesell?
-(…)
-¿No está en Villa Gesell…?
-(…)
Ya vas a ver…, Micky. ¡Es una sorpresa…!

Al llegar a Aeroparque, por suerte el avión con destino a Mar del Plata estaba demorado y eso le dio tiempo a Gonzalo para contarle a Miguel que en realidad iban a ir a encontrarse con los chicos, pero a Villa Gesell, porque se habían ido todos a la costa hace un par de días, algunos en micro y otros en el auto de Quique, y que por supuesto no iban a ir a la pileta de IMOS, sino a la playa., que le había mentido y que por favor lo perdonara. Pero que sí se lo decía antes, seguramente no iba a aceptar, porque “vos sos un poco cagón y le tenés miedo a los aviones”. Y no entiendo bien por qué, porque nunca viajaste en uno. ¿O sí?
-Decime, Micky: ¿Por qué le tenès miedo a los aviones?
-¿Qué se yo, boludo? No me jodás con eso. Yo nunca salí mucho de Celina: al colegio en Mataderos, o a Caballito, o a Flores, o a Ramos, o a Belgrano cuando me encuentro con alguna minita, y ahora con ustedes que voy un poco más a Nuñez a la casa de mi primo Quique. Pero mucho más que el 28 que va por la Gral. Paz hasta Estación Rivadavia yo nunca me tomé. ¡A no, miento!, me tomé el tren eléctrico con ustedes, cuando fuimos de colados a Mar del Plata hace unos años. ¿Te acordás, no?
-¡Claro, cómo no me voy a acordar, boludo! ¡Si la pasamos genial! Si nos colamos todos y viajamos abajo de los asientos para que no nos viera el guarda: “Chancho, Chancho”, le gritaba el negro Carlos y se volvía a esconder y nosotros nos asustábamos todos por miedo a que nos descubriera. Me acuerdo que no nos querían alquilar una pieza en ningún hotel porque éramos menores. Decí que encontramos a ese pibe Jorge que iba a ver a la novia y como era mayor de edad firmó el libro de entradas en nombre de todos nosotros y nos dejaron pasar. ¡La pasamos genial!
-¿Te acordás cuando Juan se estaba cagando encima y como el Negro Carlos estaba ocupando el baño y tardaba mucho en salir, Juan no se aguantó más y antes de hacerse caca encima gritó: “la caja, la caja” y Quique le alcanzó la caja de zapatillas Nike vacía que se había comprado el Negro para que la usara de chata. ¡Qué hijo de puta este Juan! Tan fino que parece.
-¿Y te acordás cuando perdiste tu remera blanca porque le hiciste caso al pelotudo de Guillermo Binstock de lavarla en el mar? Decí que siempre llevás más de una.
-Y cuando estábamos en Playa Grande caminando por las rocas y el boludo de Horacio grita: “Vengan, vengan, que está lleno de minas tomando sol en pelotas” y vos corriste como buen pajero que sos y cuando se acercaron con Fernando y Robertito eran una manga de putos de pelo largo con la cola parada que les dijeron: “Hola, chicos”. “Seguro que vienen a debutar a Mar del Plata”. Y vos le gritabas desencajado: “Pero no con vos, puto de mierda”. “Pero no con vos”. Mientras Horacio le tiraba piedras ¿Pero bien que te gustaron de lejos, no? ¡Pedazo de puto! ¡Eso te pasó por pajero!
-(…)
¡No, jodás, boludo, claro que me acuerdo! No ves que estoy asustado. Yo nunca viajé en avión.
-Al final te entretuve con estas historias y ya casi llegamos. ¡Mirá lo buena que está la asafata! ¡Mirá que buena que está!
-(…)
¡Boludo, estabas tan nervioso que ni siquiera la viste!
Ya está maricón, ya pasó, ya llegamos.
-¿Y cómo pagaste todo esto, Gonzalo?
-Con plata, como lo voy a pagar.
-¿Y esto días con qué plata vamos a vivir? ¿Cómo vamos a ir hasta Villa Gesell?
-En remis…, pero quedate tranquilo que yo tengo suficiente guita para los dos, sino no te hubiera dicho que vinieras.
-¿Y cómo vamos a volver? ¡Mirá que yo tengo que estar el lunes a las ocho en la ferretería, eh!
-Yo también tengo que estar en la oficina a más tardar a las nueve. Así que por eso no te preocupés. ¡En micro vamos a volver, en micro!
-¿Pero tenemos pasajes?
-¡Que hincha pelotas que estás! Al menos llevá los bolsos que al final de cuentas hago todo yo.
Los sacamos allá. No te dije que yo tengo plata para los dos y si nos falta le pedimos a Juan o a Quique que seguro tienen. ¡No te preocupés!

A Miguel no se le fue el susto en todo el viaje en avión. No se movió del asiento en ningún momento, no hizo chistes ni le tiró tiros a las azafatas ni onda a ninguna otra mina y se bancó calladito que Gonzalo lo bardeara y le contará por enésima vez historias que ya son viejas, vividas en común y archiconocidas por ambos. Ni siquiera se preocupó por ir hasta el baño y acomodarse el pelo con gel cada tanto, como hace siempre.
A Miguel no se le fue el susto en todo el viaje en remis desde el aeropuerto de Camet hasta la 108 y 6 en Villa Gesell donde estaban sus nueve amigos hacinados en una pieza de alquiler que dejaba mucho que desear: Quique, el Enano, Gustavo Galatto, Diego Morera, Guillermo Binstock, el Negro Carlos,  Juan y dos amigos de Juan: Daniel Esses y Alejandrito Sztjen, los que al verlos dijeron:

-“¡GONZALO, GONZALO!”, viniste… ¡Vinieron, eeehhh…! ¡MIGUEL! ¿Cómo lo convenciste para que viniera al puto este?, exclamó Quique.
-Fue fácil, un poquito de vaselina y de a poquito fue abriendo los cantos. No saben lo asustado que estaba en el avión y como pide pija la guacha.
-¿Qué vinieron en avioónn? ¡Qué caapos!, gritó el Enano.
- Y sí, sino no llegábamos, contestó Gonzalo.

Miguel no podía decir palabra, se limitó a saludar a Daniel Esses y a Alejandrito que los acababa de conocer y fueron presentados en ese mismo momento por Juan, que de todos era el más educado y además parecían mucho menos desaforados que Quique, el Enano, el Negro Carlos y Gonzalo juntos, por lo que tuvo la sensación de que podían ser amigos o por lo menos llevarse bien mientras durara la convivencia.

Casi por la tarde fueron todos a la playa y a la noche a comer a un restaurant caretón que habían elegido entre Guillermo y Alejandro como para festejar el reencuentro y ahí Gonzalo no tardó en mandarse una de las suyas cuando Alejandrito a quién hace unas horas acababa de conocer le preguntó a la camarera:
-“Señorita, por favor, podría servirme unos mariscos”
-Si, claro, contestó la empleada.
-“Mirá que mariscos piden los putos”, le gritó desde la otra punta de la mesa un fervoroso Gonzalo.
-“Y a vos que te importa, boludo, si no los vas a comer vos”
-Noo, yo te digo por vos. Porque no sé si sabías que hay marea roja
-(…)
-¿No, señorita, que hay marea roja?, preguntó Gonzalo.
-(…)
¿Hay marea roja?, le preguntó por abajo Alejandro a una de las mozas.
¿Hay marea roja?, le volvió a preguntar a un señor que estaba en la mesa de al lado comiendo tranquilamente con su mujer y sus hijos.
Gonzalo, por supuesto, ya los había hecho cómplices a todos y todos fueron sus secuaces en la cargada a Alejandrito que por lo visto era un poco inocentón y llamó a la camarera y con vergüenza le dijo:
-“Señorita, discúlpeme, por favor, le puedo cambiar el pedido.
-Si, claro.
-No me traiga mariscos, traigame un bife a caballo con papas fritas, bien cargado, demostrando que el podía comer una comida mejor que los ñoquis con tuco que pidió todo el resto, incluso Gonzalo que teniendo un montón de plata encima prefirió guardársela porque tenía otros planes. Y otra bandeja con pan, y otra Coca, y una Cerveza también, y después postre.

Más tarde y después de jugar al pool en parejas de dos en un Bar llamado “Dinamita”, donde los que perdían tenían que pagar a cada uno de los ganadores un licuado de banana con dulce de leche, se dividieron en grupos: unos fueron a un boliche en la playa de nombre “Charlie’s”, ahí fueron: Miguel, Juan, Guillermo, Daniel y Alejandrito; y todos los demás fueron a un bar medio “rock and roll” que se llamaba “Petroleum”: el Enano, Galatto, Diego Morera que eran chupa medias de Quique y el Negro Carlos, con la promesa de que Quique y Gonzalo iban a ir después para allá, pero se demoraron un poco porque Gonzalo quería convencerlo de algo.
-¿Quique, me acompañas mañana al Casino de Pinamar? ¿Vamos con tu auto, dale? Yo tengo plata para la nafta y para todo. Para putas si querés también, cerramos la sala de Black Jack , todo. Nos las cogemos arriba de la mesa de ruleta. Si querés te compro merca, todo. ¡Lo que vos quieras, papu! ¡Llevame, dale! ¡Vamos!
Vamos mañana a la tardecita y con la excusa de irnos a bañar a la pieza nos rajamos de la playa mientras todos se quedan cantando y tocando la guitarra con Miguel cuando baja el sol  y se ponen seguro a tomar mate con facturas, que para eso son especialistas.
Gonzalo ya lo había convencido a Quique. Quique todo el tiempo quiso preguntarle de donde había sacado la plata que decía tener, pero no se animó, así que se fueron juntos para “Petroleum” a tomar una cervecitas-. “Una Quilmes negra para mi amigo, Quique”-, pidió en la barra y también para todos los que le gusta Rata Blanca, y a partir de ese momento empezó a sacar plata que traía escondida en un sobre que guardaba en la mochila y empezó a gastarla. “Acá a las ratas las matamos a todas”, gritó un borracho que se la daba de Jagger sentado frente a la ventana. “Aguante los Ratones”, gritó, entonces, Gonzalo.

Al otro día, Gonzalo y Quique hicieron lo que habían planeado: se fueron de la playa, le llenaron el tanque al Honda Civic, dos puertas, modelo 80 azul metalizado y encararon la ruta 11 para el lado de Ostende hasta el Casino de Pinamar con la ilusión y los nervios a cuestas; entraron, Gonzalo, jugó un par de plenos al número 22 que es el día de su cumpleaños y perdió, después al Punto y banca y también perdió, hasta que pidió dos whiskys en la barra para Quique y para él, se acercó al jefe de sala del casino y pidió cerrar la sala de Black Jack por el término de una hora, pero ahí entró solo. Quique se quedó afuera en los pasillos fumando y preguntándose como salía tanta plata de un sobre que traía encanutado en los calzoncillos Gonzalo y encima le parecía haber visto dólares, pero cada vez que Gonza sacaba plata y más plata de ahí le decía que mirara para otro lado y él le hacía caso. Lo que no pudo hacer Quique es mirar para otro lado cuando dos terribles morochas no le sacaban los ojos de encima, y él que todavía era un poco inexperto en la vida y el sexo, se dejó llevar por esas miradas hasta que supuso que lo que querían esas minas era merca, porque salvo que fueran putas jamás se fijarían en él, aunque estuviera acompañado por otro pendejo que se hacía el millonario y no paraba de adornar a cuenta persona se le acercaba: “esto es para vos” de acá y “esto es para vos” de allá. Y así las cosas.
A la hora y media aproximadamente salió Gonzalo con cara de pocos amigos, pero como un experto en disimular dijo:
-“Quique, dónde estabas, te estaba buscando”
-Estaba acá, Gonzalo, fumando.¿Dónde voy a estar?
-¿Y estas chicas que están allá son amigas tuyas?
-Noo, ojalá, que van a ser amigas mías. Pero no paran de mirarme…Para mí, que quieren merca.
-Chicas, ¿cómo están? , se acercó Gonzalo. El es mi amigo, Quique. ¿Quieren que vayamos a tomar algo? Una cerveza, frula, o algo así. ¿Quieren?
-Si quieren merca le conseguimos, pero acá no-, contestaron las chicas. Podemos ir a nuestro departamento si quieren ¿Están con auto?
-Sí, gritó Gonzalo: “Estamos con auto”.
-Eso si, les va a salir una platita y algún regalito para nosotras si quieren que la pasemos bien. ¡Muy bien!
-“Por la plata no hay problema”, dijo Gonzalo.
-“Vamos entonces”, dijeron ellas.
-“Que lindos que son” ¿Cómo se llaman?
-Yo Gonzalo y mi amigo, Quique.
-¿Ustedes?
-Yanina “mimosa”…dijo una de ellas y le acercó un beso al costado de la boca a Gonzalo como sabiendo quien manejaba la billetera.
.Cathy, dijo la otra y le estampó un beso en la mejilla a Quique que lo manchó con rouge, pero este fue más tímido.
A lo que Gonzalo le dijo: “Relaja, Quique, que son putas”
-¿Cómo te fue en el Black Jack?
-Para el orto, ni me hablés, me queda guita para estas trolas y no mucho más.
-¿De dónde la sacaste?
-Vamos a festejar mejor que la noche está en pañales y yo tengo unas ganas locas de coger, a ver si acabando se me va la mufa.
-¿De dónde la sacaste…?
-Me adelantaron todas las comisiones de las ventas de este mes en el laburo, va se las pedí. Estoy ganando mucho, pero también estoy gastando mucho, pero no quiero hablar de eso ahora. ¡Mejor vamos a festejar!

A la noche del día siguiente, Gonzalo tenía que volver con Miguel en micro a Buenos Aires, pero no tenía guita ni para los pasajes y su única salvación como siempre era Juan, pero esta vez no lo sumó a su joda porque tenía miedo que le preguntara de donde había sacado la guita y tuviera que decir la verdad y a Miguel no lo podía llevar por razones obvias y de los demás casi que no era amigo, un poco del Enano, pero tenía más ganas de ser amigo él de Gonzalo que Gonzalo de él. Ah, y del Negro Carlos pero era muy quilombero y le gustaba demasiado la joda y era incapaz de guardar un secreto.

-¿Juan me podés prestar plata para comprar mi pasaje y el de Miguel para volver a Buenos Aires? En Buenos Aires te la devuelvo.
-Sabès que pasa, Gonza, esta vez no tengo.
-¿Dale, mirá si vos no vas a tener plata?
-No, cambié de laburo y no tengo casi guita, encima esta vez lo estoy bancando a Daniel. ¡Perdoná! El que tiene un montón de plata es Alito.
-¿Quién es Alito?
-Alito es Alejandrito Sztjen.
-¿El de los mariscos?
Pero ni lo conozco, ¿no me va a prestar? Encima se recalentó cuando lo cargué.
-(….)
-¿Dónde la guarda? ¿Por saber nomás?
-La tiene en el bolsillo de la campera marrón de cuero. ¡Pero no se te ocurra afanársela!

A las horas Gonzalo tenía los pasajes para él y para Miguel. “Viste, Micky, que no te iba a fallar, que te dije que no te preocuparas” y al grito del Negro Carlos en pedo en la terminal de ómnibus de “un Ràpido para mi amigo Gonzalo y paaara Miguel” se fueron en el Rápido Argentino con destino a Retiro. Fueron todos a despedirlos, menos Daniel Esses y por supuesto, Alejandrito que ofendido sin saludar se fue un rato antes solo desde la misma estación de micros hacia Mar del Plata para encontrarse con unos amigos de Hebraica con los cuales igual tenía pensado encontrarse la semana que viene, pero adelanto el viaje cuando se dio cuenta que ya no podía confiar en los que dormían con él, porque le faltaba dinero de la billetera que guardaba en el bolsillo de la campera que estaba en el placard y al único que se lo dijo fue a Dany, dejo saludos para Juan y se fue.

(Como decía el papá de Juan: “Gonzalo no te quería cagar, pero tenía siempre una diarrea…”. Encima Juan, con esa cara de bueno que tiene, jamás nadie desconfía de él y se la pasa aconsejando a todos como hacer cualquier cosa: si le preguntan como hacer una monografía, él te dice como hacer una monografía; si le preguntan como encararse una mina, él te dice cómo encararte una mina; si le preguntan como armar un faso, él te dice como armar un faso, aunque nunca haya fumado un faso; y si le preguntan cómo afanar, él te dice como afanar; con esa lógica que sigue como si las cosas cayeran siempre de maduro para entender cualquier lógica y te la explica como en juego de ajedrez.
Gonzalo volvió a Buenos Aires con tiempo suficiente como para ir a trabajar y presentarse a la reunión que tenía en la oficina con un arquitecto que debía hacer una compra bastante grande de sanitarios y cocinas en Barujel & Azulay  para dos edificios de departamentos que estaba edificando por la zona de Saavedra, además el tipo venía recomendado por su suegro, Félix Kaufmann, el que se fue de vacaciones y dejó su departamento y el de su familia al cuidado de Gonzalo y un par de recados más para hacer. Pero Gonzalo estaba demasiado quemado por el sol y demasiado nervioso ese día como para presentarse a trabajar y no fue).

-¿Gonzalo, qué te pasó que no viniste a trabajar hoy?, le preguntó cuando lo llamó por teléfono su jefe Ernesto Benegas.
-(…)
-Te llamé al departamento de Félix, pero como no te encontré te llamé a tu casa porque supuse que estabas ahí.
-Lo que pasa es que estoy muy descompuesto y con fiebre, por eso no fui hoy a trabajar. Me parece que me insolé ayer en la pileta de IMOS.
-¿Pero si ayer estuvo nublado, Gonzalo?
-Noo, el rato que hubo sol digo. Lo que pasó es que me quedé dormido y me quemé mal o me insolé, que se yo, y por eso ahora me siento mal.
-¿Me parece que no hubo nunca sol ayer, Gonzalo?
-(…)
 -Bueno, no importa si hubo sol o no hubo sol. El tema es que me defraudaste. Félix y yo te confiamos este cliente que era muy importante para la empresa y vos no te presentaste a la reunión con él y el tipo se quedo esperándote, ni siquiera fuiste capaz de llamarlo ni a él ni a mí ni a ninguno de tus compañeros para que lo atendiera, así que le pasé la cuenta a Ramiro Pérez Vidal y el amablemente lo atendió y cerró la venta a su favor.
Si no vas a comprometerte con el trabajo, decímelo, así no pierdo tiempo con vos, ni en capacitarte, ni en pasarte buenos clientes, ni en nada. Pero es tu decisión, claro.
O le voy a tener que decir a Félix que nos equivocamos con vos, que no te interesa tanto este trabajo.
Chau, Gonzalo, que te mejores. Te espero mañana a primera hora en mi oficina. No faltes. Chau.
-Chau, Ernesto.

Y así pasó para Gonzalo la semana laboral: su jefe como castigo le quitó el saludo y lo miraba de reojo y con cara de culo todo el tiempo y no le pasaba más clientes -una técnica por lo visto bastante pelotuda-  porque Gonzalo no funcionaba así. Que su jefe no le hablara por unos días no constituía ningún castigo para él, sino todo lo contrario, así por un tiempo no le hinchaba las pelotas. Igual a Gonzalo le sobraba carisma y talento como para levantarse del escritorio sólo cuando tenía ganas de hacerlo, tomarse el trabajo de dar una vueltita por el salón y cerrar una venta tras otra con cualquiera de los potenciales clientes que entraban al local, incluso con los que solo ingresaban para averiguar los precios y las formas de pago y nada más, y él siempre terminaba vendiéndoles algo y más si los clientes eran mujeres a las cuales atendía con especial atención o tenían pinta de rugbiers o de jugar al golf en el golfito cercano al Tiro Federal, personajes a los que conocía muy bien tanto por su pasado de rugbier o porque era asiduo habitué del golfito de Udaondo.

Y así pasó Gonzalo la semana con los amigos todavía en Villa Gesell y con el llamado de Miguel que le hizo recordar que tenía que solucionar una cosa antes que volviera su novia con la familia de Córdoba y tuviera que devolver el departamento en condiciones el día sábado.

-Gonzalo, ¿cómo estás?
-¡Qué hacés Micky! ¡Bien, como voy a estar!
-No, te preguntaba porque a mí aunque quieras no me podés engañar. Yo vi la cara de preocupación que tenías a la noche en el micro cuando veníamos para acá. Si no te podías dormir, dabas vueltas de un lado y después para otro y nada. Si no pegaste un ojo en toda la noche.
No te llamé antes porque se que no te gusta que te esté diciendo lo que tenés que hacer, ni que me meta mucho en tu vida, pero te vi preocupado y por eso decidí llamarte ahora.
¿Fue por algo que paso el día que se fueron con Quique a Pinamar? ¿Fue por eso? Mirá que mi tía no sabe nada que Quique se está drogando de nuevo. ¿No le habrás prestado plata vos para que compre merca, no? Igual no te preocupés que yo no le voy a decir nada a Gregoria.
-No, Micky, no es eso, boludo, no es por Quique que estoy preocupado.
Me están rompiendo las bolas mucho en el laburo con que venda y venda y mi jefe se calentó porque falté el lunes y yo cuando volvíamos en el micro ya pensaba faltar, encima el pelotudo de mi jefe es muy amigo de Félix y le cuenta todo lo que yo hago. No sé, los pelotudos, se creeran que así me están cuidando, que lo hacen por mi bien. ¡Y que mierda saben lo que es el bien para mí! Además con Marina y con la familia las cosas no andan bien. ¡Estoy un poco hinchado las pelotas de todo!
-¿Y con tu vieja y tu abuela?
-Non con ellas no. ¡Pobres, si prácticamente no las veo! Por más que me haga el boludo mi mamá no está bien y no me gusta verla así y entonces prefiero no ir.
-(…)
Bueno, Gonzalo, te tengo que cortar porque tengo gente en la ferretería. Chau, loco, cuidate, que estés bien.
-Chau, Micky, hablamos después. Gracias por llamar.

Después de la hora de comer, Gonzalo, se armó de valor y encaró a su jefe:

-Ernesto, te quería hablar….
-Qué necesitás Gonzalo. Mirá que con vos no quiero hablar.
-(…)
Seguís siendo el mejor vendedor del salón, pero lo que hiciste el lunes no me cayó nada bien y vas a tener que hacer muy buena letra para que te devuelva el saludo.
-Ya sé. Lo que te quería pedir es si existe la posibilidad que me adelanten las comisiones de este mes y de los meses siguientes porque tengo unos gastos extraordinarios y voy a necesitar la plata.
-Eso lo maneja contaduría y para sacar adelanto de comisiones que todavía la empresa no cobró tendría que poner el gancho yo y por vos esta vez no lo voy a hacer, al menos hasta que te vuelvas a ganar mi confianza.
-(…)
-Aunque no lo creas te estoy ayudando. Si no hago esto no aprendés más.

¿Y quién mierda quería aprender algo y encima de este pelotudo? Así que Gonzalo se fue directo con los últimos tres y únicos recibos de sueldo a pedir un préstamo a una financiera que por supuesto no se lo dieron porque le exigían como mínimo tener seis meses de antigüedad en el puesto y él todavía no los tenía y cuando salió del local de la Av. Cabildo empezó a transpirar y a transpirar y lo mejor que se le ocurrió fue ir a ver a su tío materno que no veía hace tiempo, pero no lo atendió y después a su abuela que por supuesto si lo recibió con un abrazo y le preparó la salsa boloñesa con ravioles que al tanto le gustaba y le prestó toda la plata que tenía, pero no era mucha y solo alcanzaba para cubrir la plata de los impuestos de la casa de Marina y nada más.
Gonzalo abrazó a su abuela Memé y a su mamá Chiche con afecto y se fue, prometiéndole como hacía siempre que las iba a ir a visitar más seguido.
Al día siguiente, pagó los impuestos adeudados del departamento de la familia de Marina antes que cortaran algún que otro servicio, pero el problema aún no estaba resuelto.
Para colmó, el viernes por la mañana en la oficina no entraba un puto cliente, ni siquiera esos con pinta de garcas que sacan plata de todos los colores del bolsillo y pagan en efectivo y él ya había arreglado con la chica de contaduría que si entraba un pago grande en efectivo por cualquier venta de cualquiera de los vendedores del salón se lo daba y hacían figurar la venta para el mes que viene, porque todo el mundo estaba al tanto en la oficina que Gonzalo estaba atravesando un problema delicado de plata, pero no sabían bien cual y que el plazo se vencía más o menos el día sábado y lo querían ayudar.
Pero el tiempo se acabó y sonó con más insistencia que otras veces el teléfono de su escritorio.

-Gonzi, ¿cómo estás?
-Que hacés, Marina, volvieron.
-Si, volvimos un día antes.
-Ahh…
¿Qué tal la pasaron?
-Bien, muy bien.
-Ahh…
¿Qué tal La Cumbrecita?
- ¡Lindo, muy lindo, mi negro! Así dicen allá.
-Ahh…
-¿Estás bien, vos, Gonzi? Te noto raro.
-Raro, yo, ¿por qué? No, estoy bien. Un poco cansado nomás.
-Perdona, que te pregunte ahora: ¿pudiste pagar los impuestos de la casa?
-Si, Marina, claro, que los pagué. Unos días más tarde porque me colgué un poco pero los pagué.
-Ah, porque no estaban los recibos, quiero decir que no los encontramos.
-Porque los tengo yo guardados en la mochila. A la noche te los doy.
-¡Está bieen! No hay problema por eso.
-Chee, y el sobre que tenías que llevarle a Iscaro del PC, el que estaba herméticamente cerrado, que tenía los dólares ¿se lo llevaste? ¿O lo tenés vos todavía? Porque mi papá está como loco buscándolo, porque el tipo lo llamó hoy a la mañana diciéndole que no había recibido la plata y está convencido que vos te olvidaste de hacer lo que te pidió.
-Pará… Marina, que no te escucho bien. Haber… dejame que cambio de teléfono.
Ahora, te escucho mejor, ¿qué me decías?
-Qué….
-Pará…. pará de nuevo, que me llama mi jefe por un problema que hay acá en la oficina. Después te llamó, ¿sabés? Beso.

A la salida del trabajo, Marina lo estaba esperando en la esquina y verla para Gonzalo no fue en absoluto una sorpresa. Estaba seguro que tarde o temprano iba a aparecer y lo iba a encarar.
-¿Qué pasó que viniste a buscarme, Marina?
-A lo mejor porque no nos vemos hace dos semanas. A lo mejor porque si yo no te llamaba no eras capaz de llamarme vos, y bueno, porque quería verte también un poco. No te parece. ¡Te extrañé mucho, mi amor!
-(…)
Además, te escuché raro al mediodía cuando hablamos y pensé que te pasaba algo malo. Por eso vine.
-¿Qué te está pasando, Gonzalo, contame?
-¿Que me pasa de qué?
-¿Qué te pasa, Gonzalo? O mejor dicho, ¿qué te pasó?
-¿Que me pasó con qué?
-En estos días que te pasó, te noto raro, como tenso, preocupado, y vos no sos así, como si me quisieras evitar, como si no quisieras que te tocara.
- No, Marina, no es eso. ¿Cómo no voy a querer que me toques?
-Entonces, que te pasa Gonzalo, contame, soy tu novia.
-Nada.
-¿Qué te pasa, decime, dale? Me estás poniendo nerviosa.
-(….)
-Hablaá, ¿qué te pasó?, ¿qué tuviste?
-Nada.
-Hablaá:
-Lo que pasa es que tuve algunos contratiempos.
-¿Contratiempos? ¿Qué contratiempos?
-Algunos…
(…)
…Contratiempos.
-¿Cuáles?
-(…)
La plata que le tenía que llevar al fulano del Partido Comunista, ¿viste?, me la gasté, no la tengo.
-Ahh, era eso lo que te pasaba. Me lo suponía.
-¿Y qué te pasó tan importante que te gastaste 2000 dólares, Gonzalo?
-(…)
-¿Qué fue tan importante que te cagaste en la confianza de mi viejo, en la mía, en la de toda mi familia?
- Mi abuela.
-¿Tú abuela? ¡Esa que no joda! Ya te hizo bastante daño. A esa ya le dije que no te comprara más suéters ni pantalones pinzados de tela con la excusa de tu cumpleaños cuando vos lo que necesitás son trajes para trabajar y encima que te los compre con la plata que te pide todos los meses para gastársela quién sabe en qué, o mejor dicho, todos sabemos bien en qué: en el bingo o en esa quiniela trucha que levanta por el barrio o en los  juicios que le hacen por no pagar los alquileres de los departamentos que alquila siempre con garantías truchas y se ampara en que es una pobre jubilada y que cuida a tu mamá enferma que se volvió loca, la pobre, por culpa de ella.
Por eso mi mamá y yo te recomendamos que te fueras a vivir solo y lo hicimos para que salieras de una vez por todas de ese círculo vicioso en el que vivías y te salves. Pero vos te empecinas en seguir viéndolas y engancharte en sus quilombos.
-Que estás diciendo, ¿qué quilombos? ¿Qué me salve de qué, Marina? ¡Hablás igual que tu mamá!
Justamente fue una de esas cosas que vos decís lo que pasó. A mí abuela le salió el desalojo y para que no la echaran del departamento a ella y a mi mamá tenían que pagar lo que debían y yo le di la plata del sobre. ¿Qué iba a hacer? Es mi abuela y mi vieja, ¿no las podía dejar en banda?
-¿Pero, Gonzalo, era mucha plata esa? Y además no era tuya.
-Yo la voy a devolver.
El tema es que también le debían al abogado, que fue el que le consiguió la jubilación y se sumaron varias cosas. Mi idea era devolverla con las comisiones de las ventas de este mes y de los meses siguientes, pero el turro del amigo de tu viejo no me las quiso adelantar porque falté el lunes porque me sentía mal, y bueno, por eso todo esto.
-¿Pero, Gonzalo, estás loco? Esa plata es plata del partido no de mi viejo y con esas cosas no se jode. Se va a enojar mucho cuando se entere, el suponía que la tenías vos, pero no que te la habías gastado, noo y me pidió entonces a mí que te preguntara.
-Ahh, por eso viniste a buscarme y no porque me querías ver.
-Por las dos cosas, Gonzalo, pero que querés: con las cagadas que vos te mandás… Al final un reencuentro que debió haber sido lindo se transformó en una pelea.
Nosotros queremos ayudarte, pero si vos le mordés la mano a los que te dan de comer, no cuentes conmigo, ni con ninguno de mi familia.
-(…)
-Chau, Gonzalo, ¡no sé para que vine!
-(…)
Pará, Marina, no te vayas…
…Es que mi abuela está muy enferma.
-¡De la cabeza está enferma tu abuela y tu mamá también! Son tal para cual.
-No en serio, escuchá, mi abuela está muy enferma.
El otro día cuando fui a llevarle la plata a la casa la encontré llorando y me besó y me abrazó como si no me viera hace años y sentí que lo hizo con culpa, la pobre, y cuando le dí la plata la agarró con vergüenza y me juró que me la iba a devolver. Y después viste que yo siempre le hago el mismo chiste a Chiche, mi mamá, de golpear la mesa fuerte  y ella se asusta y empieza a marchar como un soldado como si un jefe militar le ordenara que lo hiciera y no deja de hacerlo hasta escuchar el próximo golpe.
-¿Y eso que tiene que ver, Gonzalo?
-Que cuando golpeé la mesa se cayó un sobre con un estudio oncológico...
Mi abuela tiene cáncer de páncreas y si a ella le pasará algo, ¿quién va a cuidar a mi mamá?
-No te preocupes que yerba mala nunca muere y además si tu abuela se muere nos haría un favor a todos, así deja de sacarte la plata que vos no tenés y que para dársela sos capaz de robar. Y a tu pobre madre, ya que ahora decís que la querés tanto, cuando la vivís cargando porque se asusta de todo, la metés de una vez por todas en un loquero y cobras vos la pensión que se traga tu abuela y que seguro alcanza para eso y para mucho más y se acabaron los problemas..
¿Pero en qué quedamos, Gonzalo? ¿Para qué te pidió la plata tu abuela?  Para pagarle a los abogados, para que no la desalojen y por el tema de la jubilación o para hacerse unos estudios.
-Para mí para hacerse unos estudios médicos que seguro PAMI no los cubre y tenía que hacerlos sí o sí en una clínica privada y me dijo lo del desalojo y lo del abogado porque son los quilombos que nosotros siempre tuvimos y que yo viví en carne propia y sabía que si me decía eso le iba a dar la plata. Igual ella no me la pidió, tampoco sabía que yo tenía esa cantidad de plata, simplemente me contó lo que le pasaba y yo se la ofrecí. Me contó lo que le pasaba el otro día que la llamé y bueno, se la ofrecí y después se la llevé. ¿Qué iba a hacer?
-¿Y para qué mierda tenés que estar vos llamándola? ¿Cuántas veces te dijimos que no lo hicieras? Que te hace mal, que siempre te mete en quilombos.
-(…)
-Además, ¿por qué va a mentir tu abuela con una cosa así? ¿Por qué va a decir que necesitaba la plata para parar un desalojo y para pagarle a un abogado chupa sangre o a dos, en vez de decir que tenía que hacerse los estudios por lo visto más caros del mundo en quien sabe que clínica privada por un cáncer de páncreas?
-(…)
¿Por qué va a ser?
-Por soledad.
-¿Por soledad?

-Sí, por soledad. Porque otra cosa va a ser.

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