CON
LOS OJOS
llorosos
de
lágrimas
me
la pasé buscándolo,
como
la Virgen María
provocando
un milagro
para
que volviera.
Un
cajón peruano tocaba despacio
mirando
en la puerta.
Con
los ojos, llorosos de lágrimas
me
la pasé buscándolo,
como
la Virgen María provocando un milagro
para
que volviera.
Un
cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta.
Era
un Dodge 1500
que
tanto quería color mate claro.
El
viento en los ojos impidió que viera
cuando
lo robaron en Brasil y Piedras.
En
la tarde de un 8, volvió el 22,
de
diciembre siempre,
a
la altura de Gerli
por
Pavón y el Vea, buscándolo.
Con
los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo,
como
la Virgen María provocando un milagro para que volviera.
Un
cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta.
Era
un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro.
El
viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras.
En
la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por
Pavón y el Vea, buscándolo.
Y
lo encontré abierto con su raya negra
ahogando
el recuerdo de su hoja en blanco
para
que me viera, pero estaba solo.
Con
los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María
provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio
mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El
viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En
la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por
Pavón y el Vea, buscándolo.
Y
lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de su hoja en blanco
para
que me viera, pero estaba solo.
Después
lo vendí
por
un monto menor del que acaso valía
y
creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía
que
él iba a cuidarlo,
tanto
lo quería, la plata no importa,
importa
lo traigas cada tanto a la esquina.
Era
el barrendero y hacerlo podía.
Con
los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María
provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio
mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El
viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En
la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por
Pavón y el Vea, buscándolo.
Y
lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de su hoja en blanco
para que me viera, pero estaba solo.
Después
lo vendí por un monto menor del que acaso valía
y
creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía que él iba a cuidarlo,
tanto
lo quería, la plata no importa, importa lo traigas cada tanto a la esquina.
Era
el barrendero y hacerlo podía.
Con
los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María
provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio
mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El
viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En
la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por
Pavón y el Vea, buscándolo.
Y
lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de una hoja en
blanco
para
que me viera, pero estaba solo. Después lo vendí por un monto menor del que
acaso valía y creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía: que él iba a
cuidarlo, tanto lo quería, la plata no importa, importa lo traigas cada tanto a
la esquina. Era el barrendero y hacerlo podía.
Con
faroles verdes y una cinta roja ya no me miraba.
Le
pedí a la Virgen, que de volver de ese modo, ya no regresara,
y
me quede tocando el cajón peruano
despacio
en
mi casa.
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