jueves, 8 de octubre de 2015

Cajón peruano


CON LOS OJOS
llorosos
de lágrimas
me la pasé buscándolo,
como la Virgen María
provocando un milagro
para que volviera.
Un cajón peruano tocaba despacio
mirando en la puerta.

Con los ojos, llorosos de lágrimas
me la pasé buscándolo,
como la Virgen María provocando un milagro
para que volviera.
Un cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta.
Era un Dodge 1500
que tanto quería color mate claro.
El viento en los ojos impidió que viera
cuando lo robaron en Brasil y Piedras.
En la tarde de un 8, volvió el 22,
de diciembre siempre,
a la altura de Gerli
por Pavón y el Vea, buscándolo.

Con los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo,
como la Virgen María provocando un milagro para que volviera.
Un cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta.
Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro.
El viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras.
En la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por Pavón y el Vea, buscándolo.
Y lo encontré abierto con su raya negra
ahogando el recuerdo de su hoja en blanco
para que me viera, pero estaba solo.

Con los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por Pavón y el Vea, buscándolo.
Y lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de su hoja en blanco
para que me viera, pero estaba solo.
Después lo vendí
por un monto menor del que acaso valía
y creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía
que él iba a cuidarlo,
tanto lo quería, la plata no importa,
importa lo traigas cada tanto a la esquina.
Era el barrendero y hacerlo podía.
                                                                                                                 
Con los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por Pavón y el Vea, buscándolo.
Y lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de su hoja en blanco para que me viera, pero estaba solo.
Después lo vendí por un monto menor del que acaso valía
y creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía que él iba a cuidarlo,
tanto lo quería, la plata no importa, importa lo traigas cada tanto a la esquina.
Era el barrendero y hacerlo podía.
                                                                                                                 
Con los ojos llorosos de lágrimas me la pasé buscándolo, como la Virgen María provocando un milagro para que volviera. Un cajón peruano tocaba despacio mirando en la puerta. Era un Dodge 1500 que tanto quería color mate claro. El viento en los ojos impidió que viera cuando lo robaron en Brasil y Piedras. En la tarde de un 8, volvió el 22, de diciembre siempre, a la altura de Gerli por Pavón y el Vea, buscándolo.
Y lo encontré abierto con su raya negra ahogando el recuerdo de una hoja en blanco
para que me viera, pero estaba solo. Después lo vendí por un monto menor del que acaso valía y creí el abrazo que me dio Miguel cuando prometía: que él iba a cuidarlo, tanto lo quería, la plata no importa, importa lo traigas cada tanto a la esquina. Era el barrendero y hacerlo podía.
Con faroles verdes y una cinta roja ya no me miraba.
Le pedí a la Virgen, que de volver de ese modo, ya no regresara,
y me quede tocando el cajón peruano
despacio
en mi casa.


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