VUELVE
AL TAPIZ,
y
vuelve a llamarse amor,
hacerlo
adormecida.
Vuelve
a su sueño,
ya
que nadie vino.
Si
se cierra en la noche,
enardecida,
vuelve
a soñar
temor
de sol
en
el sonar del corazón
flotando
al río.
De
sobresalto al Paraguay,
reconocido
un
sueño repetido
sin
nombrar
que
la atormenta.
Suelta,
que
debió caer al ras de lluvia
y
que fue hoy.
Perdida,
entrecortada, cuenta,
queriendo
que alguien crea lo que dice,
aunque
pase por alto los detalles,
de
limpiar una vez más la misma puerta,
de
olvidar hacer la cama,
de
lustrar los picaportes ya sin ganas
y
ya no barra como dicen que lo hacía.
Los
colores con la lluvia son distintos
y
ya Dios no es lo mismo que la Virgen.
Con
más hielo en la mano la buscaba,
algo
falta en la lista que anotaba:
la
persiana, los picaportes, la ventana,
los
vidrios, el baño,
entrar
la ropa, hacer la cama,
la
mesada.
Todo,
se
anotaba en la mañana
para
que no descubran
sus
olvidos
las
patronas.
Sola,
de
una casa a la otra suena el río
con
un golpe que se fue
con
los recuerdos.
Los
colores con la lluvia son distintos,
pero
llover y llorar no son lo mismo.
Con
los truenos no se entiende lo que dice:
“Que
la vendieron de chica”. ¿Qué?
Que
su boca calle lo que habla.
Si
el regreso está ahí, al ras del suelo
y
atormenta.
Pasó
la otra puerta
de
la casa sin decirlo
y
su cabeza fue a parar al fin del río.
Una
piel de soledad que fue naranja.
Un
sueño sin apoyo repetido
hasta
la orilla que es la puerta.
Pasó
otra puerta y otras más,
vuelve
a la orilla,
donde
la mamá que no la quiso
cayó
muerta.
Al
fin el pez soltó al anzuelo y a su río.
Lo
restante es Dios,
tal
vez,
tal
vez la Virgen.
Vuelve
al tapiz, la puerta
en
el mareo
cayó
muerta.
Agosto y 2015
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