Textos
escogidos del Subcomandante Marcos: ¿Cuántos otros marcos posibles?
A todo esto de que si Marcos es homosexual:
Marcos es gay en San Francisco, negro
en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España,
palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en
Neza, rockero en CU, judío en Alemania, ombudsman en la Sedena, feminista en
los partidos políticos, comunista en la post guerra fría, preso en Cintalapa,
pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, maestro en la CNTE, artista sin
galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia
de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del
siglo XX, huelguista en la CTM, reportero de nota de relleno en interiores,
machista en el movimiento feminista, mujer sola en el metro a las 10 P.M.,
jubilado en el plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal,
obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el
neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el
sureste mexicano. En fin, Marcos es un ser humano, cualquiera, en este mundo.
Marcos es todas las minorías intoleradas, oprimidas, resistiendo, explotando,
diciendo "¡Ya basta!". Todas las minorías a la hora de hablar y
mayorías a la hora de callar y aguantar. Todos los intolerados buscando una
palabra, su palabra, lo que devuelva la mayoría a los eternos fragmentados,
nosotros. Todo lo que incomoda al poder y a las buenas conciencias, eso es
Marcos.
Para todos todo
Al pueblo de México: A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos: No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de
quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y
de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. Nosotros
nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será
mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes
se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida
la vida. Para todos la luz. Para todos todo.
Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre
rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta.
Para nosotros nada.
Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita
soberbia y tapa con cañones sus oídos. Nuestra lucha es por el hambre, y el mal
gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos. Nuestra lucha
es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra
historia. Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y
desprecio. Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece
cementerios. Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno
compra y vende cuerpos y vergüenzas. Nuestra lucha es por la vida, y el mal
gobierno oferta muerte como futuro. Nuestra lucha es por el respeto a nuestro
derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de
los menos. Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y
el mal gobierno pone cárceles y tumbas. Nuestra lucha es por la justicia, y el
mal gobierno se llena de criminales y asesinos. Nuestra lucha es por la
historia, y el mal gobierno propone olvido. Nuestra lucha es por la Patria, y
el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras. Nuestra lucha es
por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.
Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia,
democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la
madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500
años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.
El
General en Jefe del Ejército Libertador del Sur,
Emiliano
Zapata (Manifiesto zapatista en Náhuati).
Subcomandante
Insurgente Marcos
Llegamos
Llegamos.
Aquí estamos. Somos Congreso Nacional Indígena y Zapatistas. Los qué, juntos,
te saludamos. Si el templete donde estamos está donde está, no es accidente, es
porque de por sí, desde el principio, el gobierno está detrás de nosotros. A
veces con helicópteros artillados, a veces con paramilitares, a veces con
aviones bombarderos, a veces con tanques de guerra, a veces con soldados, a
veces con policías, a veces con ofertas de compra-venta de conciencias, a veces
con ofrecimientos de rendición, a veces con mentiras, a veces con estridentes
declaraciones, a veces con olvidos, a veces con silencios expectantes. A veces,
como hoy, con silencios imponentes.
Por
eso no nos ve nunca el gobierno, por eso no nos escucha. Si apurara un poco el
paso tal vez nos alcanzaría. Podría vernos entonces y escucharnos. Podría darse
cuenta de la larga y firme horizontalidad de quien es perseguido y, sin
embargo, no se angustia, porque sabe que es el paso que sigue el que requiere
atención y empeño.
Hermano,
hermana. Hermano, hermana del Congreso nacional indígena, arco iris ya de lo
mejor de los pueblos indios de México. ¡Nosotros no deberíamos estar aquí!
¡Nosotros no deberíamos estar aquí! Quienes deberían estar aquí son las
comunidades indígenas zapatistas, sus siete años de lucha y resistencia, su
oído y su mirada. Los pueblos zapatistas, los hombres, niños, mujeres y
ancianos, bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que son
los pies que nos andan, la voz que nos habla, la mirada que nos hace visibles,
el oído que oído nos hace. Quienes deberían estar aquí son las insurgentes y
los insurgentes, su persistente sombra, su callada fortaleza, su memoria
levantada. Las insurgentes e insurgentes, las mujeres y hombres que forman las
tropas regulares del EZN y que son el guardián y corazón de nuestros pueblos.
Son ellas y ellos quienes merecen verlos y escucharlos y hablarles.
¡Nosotros
no deberíamos estar aquí! ¡Y sin embargo estamos! Y estamos juntos a ellas y
ellos, los ellos y ellas que pueblan los pueblos indios de todo México. Los
pueblos indios, nuestros más primeros, los más primeros pobladores, los
primeros palabreadores, los primeros oidores. A los qué, siendo primeros,
últimos parecen y perecen…
Hermano,
hermana indígena, esto somos: El que florece entre cerros. El que canta. El que
cuida y crece la palabra antigua. El que se habla. El que es maíz. El que
habita en la montaña. El que anda la tierra. El que comparte la idea. El
verdadero nosotros. El hombre verdadero. El ancestro. El señor de la red. El
que respeta la historia. El que es gente de costumbre humilde. El que habla
flores. El que es lluvia. El que tiene conocimiento para mandar. El cazador de
flechas. El que es arena. El que es río. El que es desierto. El que es mar. El
diferente. El que es persona. El rápido caminador. El que es gente. El que es
montaña. El que está pintado de color. El que habla palabra legítima. El que
tiene tres corazones. El que es padre y hermano mayor. El que camina la noche.
El que trabaja. El hombre que es hombre. El que camina desde las nubes. El que
tiene palabra. El que comparte la sangre y la idea. El hijo del sol. El que va
de uno a otro lado. El que camina la niebla. El que es misterioso. El que
trabaja la palabra. El que manda en la montaña. El que es hermano, hermana.
Hermano,
hermana indígena. Hermano, hermana no indígena. Aquí estamos para decir aquí
estamos. Y cuando decimos: “aquí estamos”, también al otro nombramos. ¡Hermano,
hermana que eres mexicano y que no lo eres! Contigo decimos: “aquí estamos” y
contigo estamos. Hermano, hermana indígena y no indígena: Un espejo somos.
Aquí
estamos para vernos y mostrarnos, para que tú mires, para que tú mires, para
que el otro se mire en la mirada de nosotros. Aquí estamos y un espejo somos.
No la realidad, sino apenas un reflejo. No la luz, sino apenas un destello. No
el camino, sino apenas unos pasos. No la guía, sino apenas uno de tantos rumbos
que el mañana conducen. No somos quienes aspiran a hacerse del poder, y desde
él, imponer el paso y la palabra. No somos quienes, ingenuos, esperamos que de
arriba venga la justicia que sólo desde abajo se crece, la libertad que sólo
con todos se logra, la democracia que es todos los pisos y todo el tiempo
luchada. Somos y seremos uno más en la marcha. Podemos ser con o sin rostro,
armados o no con fuego, pero zapatistas somos, somos y siempre seremos. Dicen
allá arriba que nos dejarás solos. Que solos y vacíos volveremos a la tierra en
la que somos. Una sola cosa habla nuestra palabra. Una sola cosa mira nuestra
mirada: El reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura
indígenas. Aquí estamos. Aquí estamos como rebelde color de la tierra que
grita: ¡Democracia!, ¡Libertad!, ¡Justicia!, México: ¡Justicia!
México:
No venimos a decirte qué hacer, ni a guiarte a ningún lado. Venimos a pedirte
humildemente, respetuosamente, que nos ayudes. Que no permitas que vuelva a
amanecer sin que esa bandera tenga un lugar digno para nosotros los que somos
del color de la tierra.
Desde
el Zócalo de la Ciudad de México, lunes 12 de marzo de 2001,
Comité
Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
Ejército
Zapatista de Liberación Nacional
Entre la luz y la sombra
Su
mirada se había detenido en el único mestizo que vieron con pasamontañas, es
decir, que no miraron. “Sólo lo ven lo pequeño que son, hagamos a alguien tan
pequeño como ellos, que a él lo vean y por él nos vean”. Empezó entonces una
compleja maniobra de distracción, un truco de magia terrible y maravillosa, una
maliciosa jugada del corazón indígena que somos, la sabiduría indígena
desafiaba a la modernidad en uno de sus bastiones: los medios de comunicación.
Empezó entonces la construcción del personaje Marcos. Porque aunque no lo crean
es más fácil morir que vivir. Necesitábamos tiempo para ser y para encontrar a
quien supiera vernos como lo que somos. Necesitábamos tiempo para encontrar a
quien nos viera no hacia arriba, no hacia abajo, que de frente nos viera, que
nos viera con mirada compañera. Les decía que empezó entonces la construcción
del personaje. Marcos un día tenía los ojos azules, otro día los tenía verdes,
o cafés, o miel, o negros, todo dependiendo de quién hiciera la entrevista y
tomara la foto. Había un Marcos para cada ocasión, es decir, para cada
entrevista. Y no fue fácil, créanme. En la construcción y mantenimiento del
personaje tuvimos algunos errores. Agotamos, como quien dice, el repertorio de
“Marcos” posibles. En el entretanto seguíamos buscando, buscándolas,
buscándolos a ustedes, a quienes ahora están aquí y a quienes no están aquí
pero están. Lanzamos una y otra iniciativa para encontrar al otro, a la otra, a
lo otro compañero. Diferentes iniciativas, tratando de encontrar la mirada y el
oído que necesitamos y merecemos. En la búsqueda de lo otro, una y otra vez
fracasamos. Pero faltaba ver si era posible que miraran y escucharan lo que
siendo somos. En tres vueltas, nos dimos cuenta de que ya había una generación
que podía mirarnos de frente, que podía escucharnos y hablarnos sin esperar
guía o liderazgo, ni pretender sumisión ni seguimiento. Marcos, el personaje,
ya no era necesario. Es nuestra convicción y nuestra práctica que para
rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni
salvadores. Para luchar sólo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de
dignidad y mucha organización. Lo demás,
o sirve al colectivo o no sirve. Y no olvidar que, mientras alguien susurra,
alguien grita. Y sólo el oído atento puede escuchar.
En Desde las
montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante
Insurgente Galeano. México, mayo del 2014.
(Tal vez al
inicio, o en el transcurso de estas palabras vaya creciendo en su corazón la
sensación de que algo está fuera de lugar, de que algo no cuadra, como si
estuvieran faltando una o varias piezas para darle sentido al rompecabezas que
se las va mostrando. Como que de por sí falta lo que falta.
La guerra de
arriba, con la muerte y la destrucción, el despojo y la humillación, la
explotación y el silencio impuestos al vencido, ya la veníamos padeciendo desde
siglos antes. Lo que para los zapatistas inicia en 1994 es uno de los muchos
momentos de la guerra de los de abajo contra los de arriba, contra su mundo.
Esa guerra de resistencia que día a día se bate en las calles de cualquier
rincón de los cinco continentes, en sus campos y en sus montañas. Era y es la
nuestra, como la de muchos y muchas de abajo, una guerra por la humanidad y
contra el neoliberalismo.
Contra la
muerte, nosotros demandamos vida.
Contra el
silencio, exigimos la palabra y el respeto.
Contra el
olvido, la memoria.
Contra la
humillación y el desprecio, la dignidad.
Contra la
opresión, la rebeldía.
Contra la
esclavitud, la libertad.
Contra la
imposición, la democracia.
Contra el
crimen, la justicia.
Falta lo que
falta, pero conseguimos entonces la mirada del otro, su oído, su corazón.
El camino no
solo de los pueblos originarios, también de trabajadores, estudiantes,
maestros, jóvenes, campesinos, además de todas las diferencias que se celebran
arriba, y abajo se persiguen y castigan).
No hay comentarios:
Publicar un comentario