viernes, 16 de octubre de 2015

Toda la voz de América en mi piel. La crónica: un género baldío para un cronista adjetivo Pedro Lemebel. Anexo (o lo que las crónicas nos dejaron hacer) 15 arriesgos sobre la crónica: Sin cadáveres ni alambres que demarquen al género (o el agua barrosa del Mar de Ansenuza) 14va. La crónica es calidad de estilo propio


14va. La crónica es calidad de estilo propio.

La crónica es calidad de estilo, en busca de un estilo propio, diría: de su propio lenguaje, de su propia voz, de su propia experiencia, de su mismo ritmo. La crónica se apoya, como ya dijimos, más en la calidad de estilo y de exposición y en el peso de la escritura que en el hecho de que el referente fuera real o ficticio.
En ese marco y siguiendo a Caparrós (2007) en planteos de Idez (2011): podemos mencionar el estilo, como las inflexiones y modulaciones que cada autor hace sobre el lenguaje. Podemos entender el estilo desde un doble reenvío: por un lado, hacia las normas de estilo de la crónica que permite un reconocimiento (más o menos) genérico “esto es una crónica, por ejemplo”, porque fue publicada como tal y porque el autor dice que es una crónica; y por otro lado, el trabajo sobre el lenguaje que habilita el reconocimiento de un autor “es un crónica escrita por…Lemebel por ejemplo”.
En tanto que la crónica es un género que permite una gran libertad sobre el uso del lenguaje (y no solo que permite, sino que solicita y recompensa en términos de capital simbólico un uso creativo y artístico del lenguaje) porque son esos giros e inflexiones los que permiten reconocer –si es posible- al género, con lo que se invertiría el orden del reconocimiento mencionado “porque sé que es una crónica de Lemebel se que es una crónica por ejemplo”; o también pensar en un reconocimiento simultáneo.
Como explica Roland Barthes: “el estilo, al mismo tiempo, remite al autor como persona “real” (como figura de autor), y sigue: “el estilo no es sino metáfora, es decir ecuación entre la intención literaria y la estructura carnal del autor… su secreto es un recuerdo encerrado en el cuerpo del escritor” (2003:20).
Pedro Lemebel, continuador de la trayectoria barroca de los escritores modernistas (especialmente de Martí), después de Perlongher, del melodrama, más del bolero que de la cueca o de la cumbia o el rock, reivindica el cuerpo frente al cuerpo y el de sí mismo frente a las cosas, ya desde las portadas de sus libros Loco afán y De Perlas y cicatrices, Lemebel  desafía a sus lectores, aún antes que estos comiencen su lectura, con fotos del mismo en una especie de travestismo creativo, como vimos en la primera parte del Capítulo 1
Para Roberto Bolaño (1996) nadie le saca más emociones al español que Lemebel, Lemebel no necesita escribir poesía para ser el mejor poeta de su generación, porque sabe abrir los ojos en la oscuridad, en esos territorios en los que nadie se atreve a entrar.
Escritor singular, dueño de una manera eslabonada, de una prosa que hace gala de un oído literario excepcional, del don de la metáfora que prodiga sin deshacerse de la cursilería y sin red de protección, de la metonimia exagerada (donde el último de los adjetivos termina muchas veces contradiciendo al primero y así, hasta decir en el sumar de distintas maneras lo mismo y lo contrario a la vez, en una actitud de torsión al modo que Martí entendía al barroco y Lemebel al travestismo por la desmesura de su escritura), en solidaridad narrativa con los seres marginales, (que reconoce como sus semejantes), a los que no exime de burlas ni de crueldades (para humanizarlos “dice”), de “barroquismo desclosetado” en palabras de Carlos Monsivais (2001), atravesando las fronteras del vestuario asignado para su género (como la crónica y el barroco, por eso se llevan tan bien).

Corpus Christi

TAL VEZ como espectáculo noticioso en la pasada dictadura, el sucedo Corpus Christi, también llamado Operación Albania por la CNI, fue uno de los más repugnantes hechos que conmocionaron al país con su doble estándar noticioso. Por una parte, el periodismo cómplice de El Mercurio y Canal Trece donde aparecía el reportero estrella junto a los cadáveres aún tibios, dando a entender que ese era el saldo de enfrentamientos entre la subversión armada y los aparatos de seguridad que protegían al país del extremismo. Por otro lado, el relato clandestino, en el chorreo achocolatado de la masacre, la parapléjica contorsión de los doce cuerpos, sorprendidos a mansalva, quemados de improviso por el crepitar de las ráfagas ardiendo la piel, en la toma por asalto del batallón que entró en las casas como una llamarada tumbando la puerta, quebrando las ventanas, en tropel de perros rabiosos, en jauría de hienas babeantes, en manada de coyotes ciegos por la orden de matar, descuartizar a balazos cualquier sombra, cualquier figura de hombre, niño o mujer herida buscando a tientas la puerta trasera.

en De perlas y cicatrices” de Pedro Lemebel.
Quizás, después de aquello, el centenar de hombres chilenos, miembros de las Fuerzas Armadas y la CNI, un poco cansados volvieron a sus hogares, saludaron a su mujer y besaron a sus niños, y se sentaron a comer viendo las noticias. Si pudieron comer relajadamente y fueron capaces de eructar mirando la fila de bultos crispados desfilando en la pantalla. Si esa noche durmieron profundamente y sin pastillas, e incluso fornicaron con su mujer y en el minuto de acabar volvieron a matar eyaculando helado sobre los cuerpos yertos. Si esa noche de alacranes alguno de ellos engendró un hijo que ronda los once años. Si el chico va de la mano de ese ex CNI cerca de la calle Pedro Donoso, Varas Mena o Villa Frei, y no sabe por qué su padre evita pasar por las esquinas. Si hoy, nuevamente, abierto el caso Operación Albania, alguno de ellos fue llamado a declarar, y antes de salir siente temor de mirar los ojos ciervos de ese niño preguntando. Si tiene temor, si por fin siente miedo. Que sea eso el comienzo del  juicio en la inocencia interrogante como castigo interminable (2010:118-120).

“Para mi tristeza violeta azul”

EL DÍA DE LOS MUERTOS en el Metropolitano es un carnaval donde los pobres adornan la pena hasta la aglomeración del fetiche barroco. Parecieran consolarse al acumular cachureos navideños en un altar para el deudo. Mariposas hongkonesas y palomitas taiwanesas relumbran en los patios. Y hasta las lágrimas refulgen como lucecitas pascueras en las mejillas dolientes. Mi mami Violeta quería estar aquí, y quedar cerca de una colonia de gitanos. Ella amaba a los gitanos, sufren tanto pero bailan y cantan en su aporreada expatriación. Y fue casi por milagro que la tumba de los Nicolich rodearan su sepulcro. Ellos llegan en sus vehículos con sus toldos y sombrillas tirando las alfombras donde se sientan las señoras gitanas con sus velos dorados y turquesas. Y ahí están todo el día, tomando mate, gritando en romaní a los niños zíngaros que juegan entre las tumbas. A veces los gitanos cantan. A veces un lagrimón espeso recorre la mejilla rugosa de una matriarca. A veces los gitanos, vecinos de mi mami,  cantan, y una joven cimbrea las caderas en el cañaveral de la tarde. A veces los gitanos cantan, y me alegran el ocaso cuando me voy del cementerio, dejando en el regazo de mi mami muerta un ramito de violetas.

                                     en Serenata cafiola de Pedro Lemebel

           (2008:237).

1 comentario:

  1. Harrah's Cherokee Casino & Hotel - MapYRO
    Welcome 벳 365 to Harrah's Cherokee Casino & Hotel, located in 영주 출장안마 Cherokee, NC, United States. The property is owned 세종특별자치 출장마사지 by 광주광역 출장샵 the 영주 출장안마 Eastern Band of Cherokee Indians

    ResponderEliminar