viernes, 16 de octubre de 2015

Toda la voz de América en mi piel. La crónica: un género baldío para un cronista adjetivo Pedro Lemebel. Anexo (o lo que las crónicas nos dejaron hacer) 15 arriesgos sobre la crónica: Sin cadáveres ni alambres que demarquen al género (o el agua barrosa del Mar de Ansenuza) 3era. La crónica es una investigación periodística


3ra. La crónica es una investigación periodística.

La crónica no es (solo) investigación periodística. La editorial Planeta/Seix Barral (un actor editorial de peso en la publicación de obras de cronistas que publicó casi completa la obra de Pedro Lemebel entre muchas otras) entiende por crónica una investigación periodística -que incluye la biografía- sin limitación temática, realizada en profundidad, escrita con una marcada voz de autor, que apela a estrategias y recursos propios de la narración de ficción (Baigorria, 2010). Pero la crónica no es (solo) investigación periodística, ya que ésta es preexistente a la investigación llamada periodística y se remonta en nuestra lengua, como ya vimos,  por lo menos hasta la época de los cronistas de Indias. Por lo que la crónica (entonces, también) entre muchas otras cosas es investigación periodística, pero no sólo. Incluye la biografía (o el llamado “espacio biográfico”, donde lo vivencial, la “propia” experiencia es un valor privilegiado, Leonor Arfuch, (2002) y no tiene (ningún tipo) de limitación temática. Pero que la investigación sea realizada en profundidad o no, no es determinante. La crónica está escrita con una marcada voz de autor (narrador) y (a menudo) apela a estrategias y recursos propios de la narración de ficción (Caparros, 2007).

La música y las luces nunca se apagaron

PERO LA MUSICA Y LAS LUCES nadie las apague; ni siquiera la bomba incendiaria que un fascista arrojó recién en la entrada. Ese resplandor amarillo que trepa los peldaños como un reguero de pólvora, que alcanza las plumas lacias de los travestis inflamando la silicona en chispazos púrpura y todos aplauden como si fuera parte del show. Total la música y las luces no se apagan y sigue cantando la Grace Jones por eso nadie lo toma en serio.
Como darse cuenta que la escalera de entrada se derrumba en un estruendo de cenizas, si el sonido es tan fuerte y todos sudan en el baile. Qué más da un poco de calor si las locas están calientes atracando y al gritito de: fuego, fuego. No falta la que dice: ¿Dónde? Aquí en mi corazón. Pero en un momento el chiste se transforma en infierno. Como si la música y las luces acompañaran la escena dantesca que arde a puerta cerrada. Con demasiado calor para seguir bailando, demasiado terror para rescatar la chaqueta Levis en el guardarropa. Atrapado en el choclón de locas gritando, empujando, pisando a la asfixiada que prefiere morir de espanto. Buscando la puerta de escape que está cerrada y la llave nadie sabe. Entonces a los baños dice alguien que lo vio en una película. Atravesando la pista encendida entre las brasas de locas que lanzan con la Grace y la música que sigue girando. Pisar las vigas y espejos al rojo vivo que multiplican la Roma disco de Nerón Jones, atizando la fogata desde los parlantes. Sin mirar atrás las parejas gays calcinadas en los carbones de Pompeya. Encontrar los baños para refugiarse en el frío falso de los azulejos plásticos. Como si en último momento se eligiera el lugar del placer, recordando chupeteos y escenas de fragor, reviviendo en la emergencia la humedad sexual de los baños […] Más bien abrir todas las llaves de los lavamanos, pero la gota mezquina que sale está hirviendo y el humo ahoga la garganta en un asma de losca que no quiere morir.

en “La esquina es mi corazón” de Pedro Lemebel.
Con tanto público abajo esperando morboso que la loca se tire al vacío. Sobre esa multitud de curiosos que miran indiferentes los incendios. Decidirse a dar el salto, porque es posible que su asma de losca flote en el aire dorado que la quema. Atreverse ahora que la cola está ardiendo y el mar tan lejos es un vértigo de olas que la aplaude. Apenas un paso empujada por la hoguera que inflama el pelo una antorcha. Un paso, sólo un paso en la pasarela de vidrio y el espectáculo de locas en llamas, volando sobre el muelle de Valparaíso, será recortado como un brillo fatídico en el escote aputado del puerto. Porque aun así, aunque la policía asegura que todo fue por un cortocircuito eléctrico, la música y las luces nunca se apagaron.
Discoteque Divine, Valparaiso, 4 de septiembre, 1993 (2001:120-123).

Mi amiga Gladys

ESTAS LÍNEAS ADHIEREN cariñosamente a Gladys por cicatrices de género, por marcas de clandestinidad y exilio combatiente. Por ser una de las numerosas que capitalizaron ética en el rasmillado túnel de la dictadura y su fascistoide acontecer. Estas letras minoritarias se complicitan con ella en el develaje frontal del crimen impune y el mal aliento del tufo derechista que minimiza la tragedia.

                                     en Zanjón de la Aguada de Pedro Lemebel

           (2003:137).

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