15va. La crónica fue inventada por los
modernistas.
La crónica fue inventada por los modernistas, que como explica
Susana Rotker (2005), siguiendo a Julio Ramos (2003) podría decirse que sí. Sin
embargo, para referirme a ella utilizaremos la definición de crónica sin
separarla de su adjetivo “modernista” en vez de denominarla crónica a secas:
Por
lo que la crónica modernista constituye un producto híbrido, un producto
marginado y marginal, que no suele ser tomado en serio ni por la institución
literaria ni por la periodística, en ambos casos por la misma razón: el hecho
de no estar encasillada definitivamente dentro de ninguna de ellas.
Paradójicamente, la crónica modernista surge en la misma época en que comienzan
a definirse –y separarse- los espacios
propios del discurso periodístico y del discurso literario. La literatura cobra
autonomía en la esfera estética, mientras que el periodismo recurre a la
premisa de ser el testimonio objetivo de hechos fundamentales del presente. La
estrategia de la escritura periodística establece, desde ese entonces, un pacto
de lectura, que garantiza la veracidad de los hechos narrados, al que se le
opone la verosimilitud de la ficción literaria. Lo que se cuenta puede o no
parecer real, pero jamás ocurrió como tal fuera de la imaginación del autor. En
la literatura, en cambio, es irrelevante si lo que se cuenta ocurrió en la
realidad, importa menos lo que se cuenta que el modo como se lo cuenta, el peso
poético de las palabras, el valor autónomo de lo escrito. Y la crónica esta
allí, desde el principio, amenazando la claridad de esas fronteras. La crónica
se concentra en detalles menores de la vida cotidiana, y en el modo de narrar.
Se permite originalidades que violentan las reglas del juego del periodismo,
como la irrupción de lo subjetivo [a
mayor subjetivación más se confunde el género]. Las crónicas no respetan el
orden cronológico, la credibilidad, la estructura narrativa característica de
las noticias (2005:225-226).
Los textos de Martí intentaron aclarar el género:
En
sus crónicas, retrata los acontecimientos a través de mecanismos –como la
analogía, el simbolismo, el impresionismo, el expresionismo, la musicalidad- y
de imágenes que son construcciones de su pensamiento y que no existen como
tales sino dentro del espacio textual. El resultado es una crónica que no saca
al lector de la dimensión de la realidad de los hechos sino que introduce en
ese plano un modo de percepción que lo mitologiza y le confiere trascendencia
sin perder el equilibrio referencial (Rotker, 2005:226).
Boquita de
canela lunar
TE LLEVO A MI
CASA, hay un vino y te hago comida. No puedo niño, en Santiago tengo mucho que
hacer. Pero… (haciendo un puchero infantil). No puedo, no insistas. Entonces
soltó mi mano. Escribiré la historia de nuestro amor, dije con dulzura. No me
importa, escupió con desdén. A todos le dice lo mismo usted, don Pedro (ahora
ya no me tuteaba). A todos les cuenta el mismo cuento. ¿Cree que no leo el Clinic? Yo soy uno más para usted don
Pedro (el don lo mascaba con frío sarcasmo). Yo aposté todo, me jugué las
cartas, perdí polola, trabajo, reputación; no ve que Calama es chico y todos lo
van a saber. Total, usted se va y yo me quedo. ¿Qué le cuesta, quédese un día
más? La gravedad del silencio era un zumbido que flotaba en la colcha del
lejano tierral. Lo miré con toda la ternura que cabía en mis ojos miopes. Amor…
empecé a decir. No me diga amor, quiere. Sabes que no puedo quedarme. ¿No puede
o no quiere? Es inútil que insistas, concluí con acerada frialdad, y me asombre
de haber tomado esa decisión. Para decir que no, a veces se necesita mucho
valor, dije a modo de disculpa. No, me interrumpió agresivo. Usted es un
cobarde… Sabe, usted es pura literatura.
en “Bésame
de nuevo forastero” de Pedro Lemebel.
No me pidas más,
estoy roto por dentro. Todo lo que más quiero en la vida me llega tarde… y tú
no eres la excepción. Sigo pensando que es un cobarde… pura literatura, fue lo
último que escuché de su boca antes de que Parrita saliera con él rumbo al
ascensor. Después en Santiago, al llamar al Hotel Sahara me enteré de que ya no
trabajaba allí. Pura literatura, me queda campaneando como el eco certero de
ese adiós. Y es posible que el chico del Hotel Sahara tenga razón, cuando esa
mañana puso en jaque el arrojo de la vida por la cobardía de escribir lo que la
letra borró
(2010:59-60).
El mimo de la
nariz verde
POR TODA
RESPUESTA el mimo alza los hombros inocente. ¿Eres mujer, entonces? Tampoco
responde, y sólo me tira un beso rojo, sacando de sus enormes pantalones de clown un ramo de flores de papel que
ofrece como toda respuesta. Y allí me deja en la encrucijada, mirando su figura
chaplinesca que se va pisando hojas, brincando por el oro viejo del sendero. Al
cruzar la calle da vuelta su carita empolvada y hace girar su nariz verde, que
cambia de color. Antes de seguir el vagabundeo callejero pienso alegremente en
la moda asexuada que colorea el circo santiaguino de estos tiempos. Me atrevo a
pensar optimista que la primavera ya está cerca y viene a contagiar los cuerpos
con sus arreboles mágicos. A mi lado pasan de la mano dos figuras pendejas
comiéndose a besos. Al saludarme caigo en cuenta que son dos chicas góticas
arrullando su lesbo en la misma vereda donde se aproxima una pareja de ancianos
paseando un perro. Enfrente, una loca de pelo verde va desafiante batiendo sus
mechas vegetales.
Dos tipos de
terno discuten sobre fútbol, pero en un mínimo instante cruzan un mirar de
velado deseo. En la esquina, el pequeño mimo verde hace sus maromas, agradece
con aparatosas reverencias y recoge en un sombrero las monedas que dejan caer
los automovilistas. Desde lejos, mirando como vieja intrusa, trato de descubrir
algún gesto que delate su género: cuando se agacha, cuando se empina en puntas
de pie, cuando ladea su cabeza con finura, cuando se percata que observo desde
el frente. Y ni siquiera allí abandona su pose ambigua.
en “Serenata
cafiola” de Pedro Lemebel
(2008:202-203).
Por eso resultó necesario para este ensayo la mención de las
crónicas de José Martí, porque obligan a tomar conciencia de lo que conviene
dentro de la escritura y de cómo lo continuaron Perlongher primero hasta llegar
a Lemebel.
En su “impureza” dentro de las divisiones de los discursos, en
su marginalidad con respecto a las categorías establecidas, está lo que ellos
aspiraban en la literatura: romper con los clisés, permitir nuevas formas de
percepción y de decir, explorando e incorporando al máximo las técnicas de la escritura,
en un laboratorio de ensayo permanente como el espacio de difusión y contagio
de una sensibilidad y de una forma de entender lo literario que tienen que ver
con la belleza, con una política de la lengua literaria, con una
territorialidad (latinoamericana), con la búsqueda de un nuevo modo de dar
cuenta de una nueva y cambiante realidad. Cuando el recuerdo adjetivo vocea la
crónica tatuada en los pies.
Salgo a caminar por….Ahora que se
apagó el latido de su voz rescato estos apuntes para evocar la primera vez que
la conocí a comienzo de los ochenta… por
la cintura cósmica del sur… Entonces, yo era un mochilero buscavidas que
cruzaba la cordillera para respirar un poco la recién resucitada democracia en
el vecino país… piso en la región… Por
acá apestaba la represión y por allá se podía ver y escuchar a Milanés, a
Serrat y a Mercedes Sosa, que eran músicas sospechosas para la jauría milica
del Chile de entonces… más vegetal del
tiempo y de la luz… A ella solamente la escuchábamos en peñas y carreteados
casetes que se guardaban como joyas junto a los afiches y panfletos
libertarios. Por eso, al enterarme de que Mercedes había regresado de su
exilio, me propuse conocerla y partí a Buenos Aires subiendo al bus hasta Mendoza, para luego tomar el
tren nocturno que cruza la inmensa pampa… siento
al caminar toda la piel de América en mi piel… Cuando llegué al teatro transpirado y
acezando, los porteros me miraron la facha hippona exclamando que no podía
ingresar al concierto con esa enorme mochila. Así que, che, correte de aquí.
Vamos, andando para otro lado.
Después de tanto
incidente quería llorar y con decepción me senté en la mochila a la salida del
lugar. Por fortuna, un músico de la cantante había sido testigo de la escena
con los guardias y se acercó ofreciéndome guardar la mochila en el camarín. Y
cuando venga a buscar la mochila, ¿podré saludar a Mercedes?, me atreví a
preguntarle. Yo creo que sí, sobre todo si vienes de Chile y te ha costado
tanto llegar… y anda en mi sangre un río
que libera en mi voz su caudal… La sencillez del espectáculo conmovía,
solamente dos guitarras, algo de percusión y el metal incomparable de su voz lo
llenaba todo. Su voz lo perfumaba todo, como si aquella respiración cantora
fuera un escalofrío vertebral que, en un susurro, recorría la historia
latinoamericana del desgarro... sol de alto perú, rostro bolivia, estaño y
soledad, un verde brasil besa a mi chile cobre y mineral, subo desde el sur
hacia la entraña américa y total, pura raíz de un grito destinado a crecer y a
estallar… A ratos era la
rabia, que entonaba zambera desenterrando raíces de injusticia. La sala repleta
respiraba el silencio ritual donde se podía escuchar hasta el ahogo afinado de
nuestra Mercedes. Y al llegar a la última estrofa me lo aplaudí todo, y me lo
lloré todo, y me lo canté todo, eternamente agradecido de aquella acogida… todas las voces, todas…
Terminó el
recital que en dos horas había estrujado el corazón del público que no la
dejaba irse… todas las manos, todas… Luego
de esto me dirigí a los camarines a recoger mi mochila, y allí me recibió ella
en persona con una ternura infinita, tan grande como un mundo de cariño, que me
hizo tambalear ante su imponente y cálida presencia… toda la sangre puede, ser canción en el viento… ¿Vienes de Chile?,
me preguntó con los ojos empañados… ¡canta
conmigo canta, hermano americano… Y no te canté la canción dedicada a
Víctor. “No puede borrarse el canto con sangre del buen cantar”, murmuró
abrazándome, mientras un grueso lagrimón le vidriaba su mejilla. [Pero te
canté, Canción con todos de Armando Tejada Gómez y César Isella], la marca
llagada en la voz memorial del continente… libera
tu esperanza… La poética del canto político que nos dejó un verso trunco,
una canción sin cantar, una canción a medio trino en el pentagrama indio de su mochila
de pájaros…con un grito en la voz!...
Y ahora, ¿a dónde vas?, me preguntó maternal mirando mi mochila. Por acá cerca
[en alguna crónica] (Lemebel, 2013:91-94).
No hay comentarios:
Publicar un comentario